martes, 31 de enero de 2017

Reinaldo Alderete




La temporada 2013/2014 significó una guerra, con un esquivo y tardío final feliz para Independiente. Con soldados de mayor o menor rango, algunos con más determinación y valentía que otros, comenzaron conflictos bélicos por las provincias de Argentina, con el fin de conquistar y volver a ser.

Avenida Mitre 470 pasó a convertirse en la base militar del estratega de turno en el cuadro rojo de Avellaneda. Omar De Felipe, a quien situamos en este contexto por su heroica y reconocida tarea durante la guerra de Malvinas, comenzó a diagramar su batallón para dar rienda suelta a los 38 enfrentamientos que, sabía, debía atravesar sí o sí. Es por eso que, el técnico sucesor ante la salida de Miguel Brindisi, empezó a reclutar a sus guerreros para construir su plan en pos de la victoria. Sebastián Penco, Facundo Parra, Matías Pisano, entre otros, conformaron un equipo que, en los papeles, daría qué hablar y pasaría a convertirse en el apuntado por el resto de los ejércitos para ser vencido. Por aquellos días de julio, en el 2013, un belicoso de rango medio, conocido por su cualidad de batallador, y que participó en sus luchas pertinentes con anteriores escuadrones como San Martín de San Juan o Gimnasia y Esgrima de La Plata, hasta con una experiencia internacional en el Maccabi Petah-Tikvah de Israel, decidió armar su bolso y, con el armamento correspondiente, comenzar a formar parte de la delegación de Avellaneda.

Fue por ese entonces que el anterior general (?) Julio Comparada y el teniente Brindisi, decidieron contar con los servicios de Reinaldo Alderete, luchador del medio campo, con virtudes para el quite y raspe en la zona medular, y que llegaría con el fin de cumplir un préstamo y dos años de contrato. Al arribar, sus palabras, conmovieron a propios y extraños con su felicidad: “Tengo una alegría enorme, una satisfacción plena. Estoy agradecido con el club por haberme ido a buscar y por hoy pertenecer a esta institución”. El hombre de 30 abriles, en ese tiempo, oriundo de la provincia de Santa Fe, tenía claro que su escuadrón sería a quien todos iban a querer derrocar. En sus palabras: “Todos van a querer voltear a Independiente”, y, como era de esperarse, no sería de otra manera.

La historia no comenzó de la mejor manera para los muchachos pertenecientes al “Rey de Copas”. Una derrota ante Brown de Adrogué, en territorio propio, y una serie de malos resultados, llevaron a la salida Brindisi, y la designación –ahora sí- oficial de De Felipe, como el teniente.

Sin embargo, la travesía del ex “tripero” por las calles Bochini y Alsina, no fue del todo feliz y como se esperaba. En los primeros seis partidos, el equipo sufrió tres bajas por expulsiones, entre las cuales dos, les correspondían al santafecino. Es por ello que, el deté de aquel entonces, mostró su mal estar para con el jugador. “Tendremos que hablar con él y que empiece a entender cómo es esto”, luego de un alto el fuego y empate ante Banfield. Los flojos rendimientos en el campo de batalla, hicieron que pase a ser considerado como una figura de cambio, ubicado en el banco de los suplentes. La aparición de Franco Bellocq primero, el asentamiento de Marcelo Vidal posteriormente, y los malas actuaciones en el césped, llevaron a que pase a ser desapercibido y uno de los más resistidos por la falange roja.

El hito y desenlace de la historia, se produjo en el duelo de La Plata, lugar que convocó a los ejércitos de Independiente y Huracán para ver quién quedaba en la gloria y quién debía penar un año más en las tumultuosas aguas del ascenso. El objetivo cumplido, quedó en manos de los del sur del gran Buenos Aires, sin Alderete en la retaguardia. Once disputas después, de las 38 que había en total, en los cuales comenzaría como titular en nueve de ellas, un cotejo por Copa Argentina y dos expulsiones, arrojarían suficiente balance para que el mediocentro decida emigrar, doce meses antes de la finalización de su contrato, para luchar junto a los hombres de Ferrocarril Oeste. Un soldado más, como varios en el último tiempo, que pasó sin pena ni gloria. 

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