“Pedí
un cuatro, y me trajeron un pomelo…”. La famosa frase que
soltó Héctor Veira quedó marcada en todos aquellos que pertenecen al mundo
futbolero. Y no es que el Bambino fuese técnico de Independiente –materia que nos compete- o esté ligado a la de
manera específica a la historia en cuestión. Sin embargo, sus palabras,
irónicas y con un gran contenido de humor, fiel a su estilo, nos introducen en
el relato del momento.
Corría el año 2007.
Luego de un (nuevo) interinato de Miguel Ángel Santoro, bombero especializado
en apagar incendios en el club, asumía a la dirección técnica Pedro Troglio y
con el un grupo de refuerzos que dieron que hablar.
Con la asunción del
técnico, reconocido por su afición a Gimnasia de La Plata –imposible ser
campeón (?)- el mercado de pases volvió a moverse, en pos de devolver a la
institución de Avellaneda a los primeros planos, después de coquetear con los
puestos del descenso, el rescate de Julio Falcioni y el conflicto entre Ortemán y Burruchaga.
El hombre, protagonista
y artífice de la conjunción entre el puesto de lateral por derecha, con la
bebida gaseosa a la que hacía referencia Veira –y que luego parafraseó Omar De
Felipe- gozó de una estadía de casi tres años en los predios de Villa Domínico.
Con el número representativo a su puesto en la espalda, enhebró un eslabón más en la defensa que supo compartir con compañeros como Carlos Matheu, Guillermo Rodríguez y Lucas Mareque, entre otros.
Pese a que el comienzo
no fue tan malo, o estuvo maquillado por los buenos resultados que cosechó al
principio el deté, luego de quedar relegados en el torneo, que posteriormente
ganaría Boca Juniors, sus limitaciones en su posición pasaron a evidenciarse un
poco más. Además de por lo chistoso de su apodo, su apellido comenzó a ser vox pópuli en las tribunas, por sus desempeños domingo tras domingo.
En el año 2009 decidió
cambiar de aire y la comisión directiva, presidida por aquel entonces por Julio
Comparada, no vio con malos ojos cederlo a préstamo a Atlético Tucumán, durante
una temporada. Tras pegar la vuelta, Gimnasia de La Plata –favor que les hizo
Troglio (?)- pasó a ser dueño de los destinos futbolísticos del hombre nacido
en la provincia de Santa Fe, lugar en donde también tendría una estadía de doce
meses.
En el Rey de Copas no
volvió a tener oportunidades de mostrarse. Tras un entredicho que mantuvo con
la dirigencia, en donde por parte de la CD decían que tenía contrato vigente,
mientras que el jugador pasó a considerarse como agente libre, agarró sus cosas
y recaló en Tiro Federal, en donde disputó una temporada. El último club, de
donde tenemos registros, fue Central Córdoba, en el año 2015, dejando sus
últimas pinceladas como profesional.
Luego de 36 meses con
la roja puesta, 116 partidos –uno por Copa Sudamericana- y con entrenadores
como Troglio, Miguel Santoro, quien lo tuvo en dos oportunidades y Claudio
Borghi, último maestro en su travesía por el acceso sudeste para llegar a los
entrenamientos, se cerró una historia de desamor entre un futbolista que no
logró asentarse y el hincha que, a día de hoy, lo mira de reojo.
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