En los tres años en los cuales Guillermo Daniel ‘Willy’
Rodríguez permaneció en Independiente, logró ganar cierto respeto desde la
hinchada. Parte de una época irregular del equipo, arribó bajo el ala de Jorge
Burruchaga en el invierno del 2006 y mantuvo una participación regular en las
tres temporadas en las cuales vimos al uruguayo defender la casaca roja. 91
partidos y tres goles (uno de ellos a Racing) son prueba de eso. Pero acá no
nos interesan los cotejos o los tantos. Vamos a profundizar en torno a un
complejo episodio que tomó lugar en el Apertura 2008.
Quinta fecha del campeonato. El Independiente de Claudio
Borghi acarreaba una victoria y tres empates de cara a su visita a La
Bombonera. La mencionada cita era una buena oportunidad para ponerse a tiro de
la punta. Boca Juniors caminaba con la considerable racha de cuatro victorias
sobre cuatro cotejos y le ponía un mote considerable de dificultad al partido.
Fuera especulaciones, El Rojo salió a la cancha con Rodríguez como uno de sus
titulares, partiendo de una defensa que junto con él componían Ricardo Moreira,
Leandro Gioda y Lucas Mareque. ¿Qué podía salir mal?
El partido fue de menor a mayor y a pocos minutos de su
conclusión se encontraba empatado 1 a 1. El árbitro Pablo Lunati comenzaría a
tomar protagonismo al anular un gol válido a Leonel Núñez y también a causa de
expulsar, por doble amarilla, a Daniel Montenegro, en circunstancias poco
claras. Todo esto condimentado con una supuesta mano de Rodrigo Palacio en el
gol de los locales. Sobre el cierre, las irregularidades del cotejo desatarían
la bronca de Guillermo Rodríguez, quien en una trifulca se abalanzó contra el
juez de línea Diego Romero. Primero hizo gestos aludiendo a que el mencionado
estaba ‘comprado’ y luego, sin previo aviso, lo tomo del cuello. Toda esta
secuencia fue captada por las cámaras de televisión en vivo. Tarjeta roja e ida
al vestuario para el defensor, que una vez con la cabeza fría, intento remediar
su accionar pidiéndole disculpas a Romero e implorando para que el reporte de
los árbitros no sean condenatorios. Las horas pasaban y los medios se hacían
eco de lo que había hecho Rodríguez. Algunos sitios llegaban a deslizar una
hipotética sanción de más de diez fechas.
Con su siempre cagador frío porte empresarial, Julio
Comparada lanzó su veredicto: ‘No tiene justificación’. Después, todos más
sensatos (?), declaró: “Los que deberían ser imparciales terminan provocando la
reacción de un profesional que tiene las pulsaciones a mil y se está jugando
muchas cosas”. Claudio Borghi, por su parte, defendió a Rodríguez y despotricó
contra el arbitraje del partido: “Cuando se equivocan para un solo lado me
preocupa y si tengo que insultar para que se cobre algo lo puedo hacer, aunque
me cueste.”.
El informe de Romero respecto a la agresión tenía un
agravante, el gesto de soborno que había hecho el futbolista, y un atenuante,
que era el pedido de disculpas posterior. Los antecedentes similares eran
tremendamente desalentadores para el uruguayo: En 2002 a Gastón Sessa tomó del
cuello al referí Sergio Pezzotta y por diez fechas fue relegado de las canchas.
Yendo más atrás en el tiempo, 25 jornadas le aplicaron como sanción en 1979 a
Carlos Salinas por un accionar idéntico contra Abel Gnecco, en un partido que
enfrentaba a Boca y Estudiantes de La Plata. Por momentos parecía que la pena
para Rodríguez orbitaría entre perderse prácticamente todo el torneo apenas
comenzado este o, incluso, quedar afuera hasta el siguiente campeonato.
Una semana y media después del incidente, el Tribunal de
Disciplina de AFA daría su veredicto: Cinco fechas para que el defensa calmara
sus ánimos y se mantuviera alejado de las canchas. Una determinación que, si
bien era considerable, resultaba afortunadamente menor a lo que se esperaba.
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