sábado, 7 de enero de 2017

Leandro Gioda



El célebre Pedro Saborido, guionista, entre tantas otras labores, de Peter Capusotto y sus videos tiene una frase en su haber que puede resumir proyectos, ideas, historias e, incluso, vidas enteras: “La realidad es una hija de pu…”.

Constantemente nos topamos en nuestra existencia con ideas, amores y hechos que muchas veces asimilamos como “condenados al éxito”. Ese emprendimiento de zapatillas seguro será un éxito, a esa mina seguro te la levantás y aquel tipo seguro llega muy lejos. Constantes vaticinios de prosperidad que a veces nos ciegan ante la siempre existente posibilidad de frustración. Y no se trata este escrito de un pesimismo gratuito. Todo lo contrario, es de experiencias que afrontamos en la cotidianeidad: Las de no poder alcanzar los parámetros de triunfo que nos impone la mirada ajena y tener que afrontar en solitario nuestro duelo frente a la derrota.

Leandro Gioda, defensor central de ronco porte y firmeza en el campo de juego, reunía diversas características que lo aproximaban como un potencial bastión de la defensa de Independiente. Arribado desde Lanús al equipo bajo el ala del Apertura 2006, alternó la zaga proteccionista junto a las alternancias de Guillermo Rodríguez y Lorgio Álvarez. Concretó un correcto torneo donde El Rojo de Jorge Burruchaga finalizó cuarto. Gioda incluso gozó de una tarde de protagonismo, al clavar un doblete frente Arsenal de Sarandí en la fecha 17, en la victoria 2-1 en la Doble Visera. La adaptación había sido positiva y daba la impresión de que este defensa sentaba sus bases para introducirse en el recuerdo perpetuo del hincha rojo.

Sin embargo, la promisoria claridad del inicio de su campaña en el club se nublaría abruptamente en el fatídico 2007 que afrontaría el homenajeado de este post. En la tercera fecha del Apertura de aquel año, ya con Pedro Troglio en el banco de suplentes, Gioda sufriría la rotura de un ligamento colateral en el match ante Rosario Central por la tercera fecha. Un inicio de torneo con puntaje ideal (5-3 vs. Lanús, 3-0 vs. Tigre y 1-0 vs. RC) se entristecía ante la dura baja, la cual le abriría la puerta a un en aquel entonces cuestionado Carlos Matheu, que treparía al clímax de su carrera cumpliendo muy buenas actuaciones en reemplazo del malogrado Gioda.

¿Era la crónica de un final anunciado o solo un tropezón? Cuando el homenajeado de hoy abandonó temporalmente la práctica por su lesión, era invierno y corría el año 2007. Su regreso sería recién en el pegajoso verano del 2008, con la mala suerte de hacerlo convirtiendo un tanto en propia meta: Derrota 0-1 ante Lanús, por la primera fecha del Clausura. Esa segunda versión del equipo de Troglio, desgastado y de bajo nivel en comparación con lo realizado en la campaña anterior, alternó más malas que buenas. Aquel entrenador saldría eyectado del cargo en las primeras fechas de la competición, dejando paso a Claudio Borghi. El rearmado futbolístico que realizaba Independiente en pleno 08’ tenía en cuenta a un Gioda que buscaba, entre altibajos, afianzarse a la zaga defensiva. Pero un nuevo golpe en su carrera dejaría casi en knock out su participación en Independiente: En Octubre, tras la caída por 1-3 ante Colón de Santa Fe por la fecha 9, se confirmó que había sufrido una nueva lesión, de mayor gravedad a la padecida anteriormente: Rotura de ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Entre seis y ocho meses sin jugar. Panorama casi catastrófico.

El 2008 pasó a la historia, Borghi dimitió tras bajo rendimientos, y los primeros pasos del 2009 encontraban a un flojo Independiente intentando hacer pie en el torneo local durante su inhóspita localía en cancha de Huracán, todo esto bajo las órdenes del entrañable Miguel Ángel Santoro. En Marzo de aquel año la actividad profesional regresó a la rutina de un Gioda que se había tornado un extraño conocido para la plantilla de El Diablo, tras tanto tiempo alejado de las canchas. Las secuelas en su vuelta no fueron puntualmente físicas sino futbolísticas. Sin lugar en la escuadra titular, hizo en silencio las valijas y en Julio, entre barbijos, paranoia y alcohol en gel provenientes de la pandemia de Gripe A, partió rumbo a España, donde vestiría la camiseta del Xerez. Consecuentes a su paso por la península ibérica serían sus estadías en Quilmes y Douglas Haig.


Gioda dejó en Independiente la marca de tres años en el club, con 75 partidos disputados y 3 goles convertidos. Será siempre una gran historia que jamás pudo ser contada con una sonrisa, plagada de huesos caprichosos que impidieron el tan ansiado progreso con la casaca roja. 

(Anteriormente on-line en Siempre Independiente)

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