domingo, 8 de enero de 2017

Carlos Sciucatti



Llegar. A medida que en nuestra cabeza se dibuja el escenario de metas a las cuales hay que arribar y propósitos que hay que cumplir, el arribo al éxito es, intermediarios más, intermediarios menos, el motivo por el cual nos despertamos cada mañana. Claro que esto se amolda a casa ser humano. Hay tipos que se consideran exitosos por haber piloteado una nave en algún punto remoto del espacio exterior y otros que adoptan ese adjetivo para su autobiografía por el simple hecho de haber conquistado el corazón de una chica de la cual estaban enamorados hace tiempo. Hemos tocado este tópico en varias oportunidades en esta sección y no es la idea repetir el debate. Sin embargo, hay un capítulo de esta saga que vale la pena repasar, porque se adapta de manera precisa al mundo del fútbol: El lugar donde vamos a buscar prosperidad.

Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, la promesa de progreso residía en América. Diferentes inmigrantes de Europa nutrieron a los países de esta porción del mundo. En el año 2001, mientras Argentina se caía a pedazos, abrazos empañados en lágrimas tenían lugar en Ezeiza, causa de miles de compatriotas que dejaban atrás a un país en llamas en busca de prosperidad en otro país con una economía sana. Sin importar los riesgos fronterizos, decenas de mexicanos cruzan el límite que separa su país de los Estados Unidos para ofrecer su fuerza de trabajo en aquellas tierras.
Pero en el fútbol, los destinos abarcan una subcultura gigantesca. Hay fútbol en cada rincón del planeta y eso es un factor determinante para quien tiene un poco de habilidad con la pelota: No hay puertas cerradas. A veces solo es necesario resignar el reconocimiento masivo para acceder a una vida estable sustentada por el deporte más lindo que existe.

Carlos Sciucatti aceptó en el invierno del 2007 que su deseo de triunfar con la camiseta de Independiente estaba un tanto lejano de la realidad. Tras disputar tan solo dos partidos con la casaca roja (uno por el Clausura 2006 y el otro por el Apertura 2006) hizo las valijas y no discriminó a la hora de elegir nueva residencia: Primero tuvo una breve estadía en el Academia de Colombia y, posteriormente, embarcó en el año 2008 un vuelo rumbo al desconocido sudeste asiático: Una oferta de Indonesia era el porqué.

Han pasado ya ocho años desde que Sciucatti puso un pie en aquel país. Un lenguaje complicado, una religión musulmana que exhibía costumbres impensadas (prohibición del alcohol, por ejemplo) y un fútbol sumergido en un leve desorden no fueron obstáculos para este porteño que hoy cuenta con 30 años. Vistió las camisetas del Persijap Jepara, Persela Lamongan, Persidafon Dafonsoro, Pro Duta, PSLS y UiTM FC (este último de la cercana tierra de Malasia) y conquistó al público de aquella región a base de fútbol y, sorpresivamente también, actuaciones en televisión e intervenciones en el modelaje. Incluso fue reconocido en diversas ocasiones como embajador de las diferentes escuadras que representó, lo cual lo catapultó a encuentros y reuniones con ministros y dirigentes del gobierno indonesio. Scicuatti se tornó una celebridad en una tierra que comenzó como inexplorada y desconocida como él. Empezó de 0 y hoy está cómodo dentro del mundo que, a pesar de haber estado construido antes de su llegada, él a su manera construyó. Se adaptó a lo nuevo, pero también adaptó lo nuevo a él. Y podemos seguir tirando metáforas toda la noche si quieren (?)
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La moraleja que podemos arrancar de este homenaje es que el éxito puede estar en cualquier punto del misterioso y encantador globo terráqueo. Podés dar con él en un bazar en Moscú, en una cantina en Montevideo o en un maxiquiosco en Lomas de Zamora. El secreto es tener sobre los hombros el espíritu aventurero, independientemente de la profesión. 


(Anteriormente on-line en Siempre Independiente)

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