La cultura de internet nos regala esta prolija definición
del delicioso término “anti-héroe”: “Personaje
que, en una historia, exhibe conductas y características que no coinciden con
las presentadas por los héroes convencionales.”. Si lo aplicáramos al
fútbol, podemos construir la idea de “anti-héroe” como un sujeto sin demasiado
dotes a la hora de tratar a la redonda, pero que, a fuerza de alguna
característica, situación o simple azar, perduró en el inconsciente colectivo
de una hinchada, aun cuando sea el ingenio colectivo lo que lo mantiene vivo en
el recuerdo más allá de sus insípidas apariciones en el campo de juego.
A los que conocemos la guerra no es necesario explicarnos
como agarrar un fusil: Para bien o para mal, los seguidores del Club Atlético
Independiente sabemos la historia de Gabriel Valles. Sería subestimar nuestra
propia memoria ponerse a detallar quien es dicho lateral, de donde vino, que
hizo y porque lo recordamos.
… esperen un minuto, ¿y por qué lo recordamos? ¿Qué es lo
que hizo Valles por nosotros? Ojo, querido lector, no es mi intención
despotricar contra GV. Amén de ciertas fugas en su juego, era un defensa que
supo ganar cierto respeto, y aun independientemente de esto, no se trata de
lanzar una columna con el mero objetivo de lanzar ofensivas gratuitas contra él.
La pregunta al inicio de este párrafo es genuina, ¿cuál es el papel de este
jugador en la última década de nuestro equipo? Transitó las inmediaciones del
Libertadores de América entre el 2010 y el 2015. En efecto, fue parte de la
tripulación de un barco que chocó, se hundió y resurgió, logrando apariciones
de mayor o menor intermitencia mientras Independiente conocía el peor de los
infiernos en el antes, durante y después de la fatídica temporada 2013/2014.
Durante un desliz en su nivel, los murmullos comenzaron a
sentirse en la popular y en la platea testigo del despliegue de Valles. Pero
por algún motivo, amén de un silbido o un insulto anónimo, el lateral se
mantenía inmune al paso del tiempo de media década. Por alguna lesión ajena,
recambio o mera disposición táctica del considerable número de técnicos que lo
dirigieron en Independiente, Valles allí estaba, apareciendo y reapareciendo. De
alguna manera se transformó en un personaje de culto en la formación de nuestro
equipo, condimentado de manera exquisita con un apodo magistral: “El Cono”. Y
el ingenio colectivo dió rienda suelta a la creación del último anti-héroe
rojo.
Accidentado, entrañable y equilibrista entre el fútbol, la
tragedia y la comedia, es probable que los últimos dos recuerdos que
mantengamos de Valles sean dos obras que él realizó durante el paso por la
segunda división. La primera, una perla negra, un error, un blooper. Por la
fecha 7, “El Rojo” recibía a Banfield. El primer tiempo terminaba y en una
rápida contraofensiva del rival, una pelota quedó boyando en las cercanías de
nuestra área. Punteando de manera peligrosamente suave la bocha, Valles intentó
brincar el balón hacia las manos de Diego Rodríguez, pero la trayectoria de la pelota
feneció a medio camino y Andrés Chávez aprovechó tamaño descuido, para colocar
la ventaja transitoria. El match finalizaría en empate en uno.
Pero luego llegaría el día V, la opera prima que Valles
dibujó con su juego, cuando por la fecha 17 Independiente se midió ante Ferro.
Corrían los últimos diez minutos de partido y se ganaba cómodamente por 2 a 0.
Pero faltaba algo más. Por mano derecha, y en diagonal al arco contrario,
Valles interceptó un rebote y con la pelota en el aire estampó con furia su botín
contra ella. La pelota rompió el arco verde. Golazo que latió en cada garganta
presente en el Libertadores de América, que se cansó de corear el nombre del
héroe de la noche, aunque claro, mediante su apodo: “¡Ole, ole, ole, ole, Cono,
Cono…!”.
La mejor forma de cerrar este post es, creo yo, citando a
uno de los comentarios que tiene el video de su gol a Ferro, el cual acumula
casi 50.000 visitas: “Ni Messi, ni
Ronaldo: Vallés papá”.
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