domingo, 8 de enero de 2017

Ciencia Ficción: Nicolás Frutos



Este no es un post que conmemora a un ‘jugador olvidado’ por la falange roja. Imposible para considerarlo así para quien les escribe, quien la primera vez que oyó hablar de ‘Frutos’ tenía ocho años y comenzaba a ser consciente de porque su abuelo gritaba como desaforado mirando al televisor y que representaban esas banderas rojas que colgaban en diferentes rincones de su casa: Ingresaba en el corazón el comprender el sentimiento que conlleva ser hincha de Independiente.

En aquel contexto me adentré en la campaña del equipo transcurriendo el Apertura 2005. Los lujos pioneros de un joven Sergio Agüero, la mirada rancia de Julio César Falcioni desde el banco de suplentes, banderas rogando una lesión para Bernardo Leyenda (?) y nuestro protagonista, Nicolás Frutos, iluminando el ataque de ‘El Diablo’ cual gladiador: Su imponente altura, su rubia melena al viento y su fuerte pisar ofensivo lo hacían encarnar, dentro de la fantasía del partido a partido, una especie de superhéroe fuera de serie. Una especie de figuritas difíciles del inconsciente colectivo futbolero que, tras pasos un tanto esquivos y otros tantos fugaces por San Lorenzo, Nuevos Chicago, el fútbol español y Gimnasia La Plata se había reinventado, a sus 24 años, en un ‘Rojo’ que ilusionaba. Fue actor de reparto en la histórica goleada 4 a 0 a Racing, donde un hat-trick suyo le abrió las puertas al desorbitante tanto de ‘El Kun’ y condimentaba los cotejos restantes de aquella escuadra con una interesante efectividad goleadora.

Sorpresivamente, entre gallos y medianoche, el torneo aún no concluía, Frutos era el goleador del mismo y, sin embargo, armó las valijas y voló hacia Bélgica, donde se convirtió en casi una leyenda del Anderlecht. Independiente sintió su ausencia y se desplomó hacia el final de aquella competición. Frutos y Agüero, que tan bien se complementaban en ataque, fue una dupla que no duró lo suficiente. Compañeros de aventuras por un tiempo corto, de no ser por los suculentos euros que los belgas desplegaron para forzar un adelantamiento de la transferencia, quizá hoy tendríamos un título local más en las vitrinas.

Claro que tamaña decisión conllevó un enojo latente en sus pares. Lucas Pusineri, capitán en aquel entonces, se mostró desentendido de su partida, cuestionando partir rumbo al Viejo Continente con un equipo con chances latentes de campeonato. Una polémica comenzó a caminar sobre el césped de la Doble Visera, causa de los representantes de Frutos y sus negociaciones para con el pase: Se decía que, causa de la pertenencia menor en términos contractuales que Frutos mantenía con la institución, Independiente apenas percibiría un vuelto de todo este asunto. Y mientras la hinchada se miraba sorprendida y, desde ya, enojada por aquel manejo, Frutos respondía que ‘hay cosas que, como hincha, uno no puede entender’.


De golpe nuestro héroe se torna villano, o algo parecido. Posteriormente las heridas sanan y de él quedará esencialmente su triplete en el clásico y algún gol aventurado en aquel ya lejano torneo.  En cuanto a mí, en aquel entonces, no logré interpretar demasiado lo sucedido. Frutos estaba un día y al otro no. Se fue. Y, por cómo se escuchaba el asunto, parecía que no iba a volver jamás. 

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