domingo, 8 de enero de 2017

Martín Gómez



A lo largo de esta sección que hemos bautizado Independiente Inédito, hemos transitado diversos casos de futbolistas que han pasado por Independiente sin pena ni gloria y han visto apagada su estadía en El Rojo debido a bajo rendimiento, peleas con un entrenador o, simplemente, mala suerte a la hora de demostrar sus características de juego. Lo de Alberto Martín “El Pelado” Gómez sin embargo es un tanto más particular y agridulce. Porque representó un actor de reparto en el Independiente de la segunda etapa de Américo Gallego, en todo sentido de la palabra, y llegó a ser muy apreciado por las almas seguidoras del equipo. Desde este rincón de la existencia, entonces, decidimos rendirle esta especie de homenaje.

Gómez tenía el don de ser una especie de sorpresa silenciosa en las viejas transmisiones del Nacional B que realizaba TyC Sports. Vestía la camiseta de Independiente Rivadavia de Mendoza en tiempos donde aquella escuadra centraba la atención de propios y extraños causa de la incorporación de Ariel Ortega al primer equipo. Exiliado de prejuicios y cámaras-paparazzis, El Burrito había optado por dejar su River y aceptar el reto de bajar una categoría para calzarse la remera azul oscuro de La Lepra mendocina. Sin embargo, las miradas de los expectantes de aquel suceso solían desviarse, primero por momentos leves y luego hacia tendencias más extendidas, hacia un calvo y habilidoso atacante que con su metro sesenta y cinco descontrolaba a zagas defensivas rivales motivo de su creación de juego, que anexaba al mediocampo con el sector ofensivo.

En el invierno del 2009, los cables periodísticos habían develado que el por aquel entonces entrenador Gallego estaba siguiendo de cerca a un delantero de la B Nacional. El nombre de Martín Gómez saldría a la luz a poco de comenzar el Apertura de aquel año, cuando se confirmaría su arribo a El Diablo. A pesar de lo demostrado en su antiguo equipo, para un número de seguidores, este delantero de 26 años era un perfecto desconocido. Causa de una tendencia con más grises que positivos a la hora de elegir refuerzos en anterioridad, su presencia resistía ilusiones. Pero todo comenzaría a cambiar cuando El Pelado saltó a la cancha.

Con las intermitencias que le implicaban salir del banco de suplentes y demostrar en sus minutos de titularidad, Gómez exhibía una rapidez y agilidad ofensiva destacable. Rápidamente comenzó a construirse como un recambio de oro: Ingresaba a mitad del segundo tiempo, cuando la fuerza dinámica del equipo comenzaba a disminuirse, para reactivar la calidad del ataque de Independiente. Las veces que le tocó formar parte del primer equipo desde el inicio del partido su juego se orientó mayormente a pasar desapercibido, pero cuando de ingresar en el complemento se trataba, Gómez era una parte vital. Era una especie de copiloto en aquel tiempo. Un jugador de 20, 25, hasta 30 minutos. Y no por desprestigiar sus capacidades. Sin dudas Gómez era un gran jugador. Pero por esos rostros del destino, su clímax era en el ingreso en el segundo tiempo, en el clásico primer cambio del cotejo, para deleitar con sus corridas y amagues a los espectadores.

Su historia comenzaría a aproximarse a su conclusión cuando una rotura de ligamentos lo sacó de las canchas durante todo el Clausura 2010. Gómez observó desde afuera aquel torneo en el que Independiente perdió la chance de pelear a por el título de manera increíble y agónica frente a Argentinos Juniors. Tras la renuncia de Gallego, pasaría fugazmente Daniel Garnero por la conducción técnica para posteriormente, interinato mediante, ceder el puesto de DT a Antonio Mohamed. En aquella segunda etapa del 2010, las intervenciones del atacante fueron menores, tanto en torneo local como en la Copa Sudamericana que finalizaría alcanzando Independiente. En esa competición, Gómez acumuló 208 minutos de juego esparcidos en seis partidos. En cinco de ellos ingresando desde el banco de suplentes. Tuvo un rol clave en la remontada dada frente a Defensor Sporting en los octavos de final, cuando un exquisito desborde suyo por izquierda, condimentado con una serie de amagues que desconcertó a la defensa uruguaya, le sirvió de preámbulo para lanzar un centro que se coronaría en gol de Nicolás Martínez, anotando el cuarto y definitivo tanto que le daba a El Rojo el pase a la siguiente ronda.

Disputaría la vuelta de la final con Goías, ingresando a los 20’ del segundo tiempo y consagrándose campeón a la par de sus compañeros gracias a la resistencia roja y al penal convertido por Eduardo Tuzzio para la alegría del pueblo rojo. Con una sonrisa en el rostro, salió corriendo disparado hacia el defensa una vez que este acababa de romper el arco del rival para elevar al equipo a una nueva conquista continental.

Y tras el auge que la obtención de una nueva copa le brindó a Independiente, Martín Gómez, en silencio, armó su bolso y dejó la institución. Se retiró del equipo siendo campeón, con actuaciones en un buen nivel, habiendo hecho una destacable resurrección tras la dura lesión que le tocó padecer y sabiendo que quizá era la última vez que pisaba un vestuario de un equipo de los denominados grandes. Gómez fue un actor de reparto con todas las letras, que supo cumplir a la perfección su papel. Estuvo cuando se lo necesitó. Como un amigo. Es extraño, pero El Pelado lograba que lo sintiésemos como uno de nosotros. Era distinto, y lo demostró en la cancha.


Martín Gómez hoy se encuentra próximo a cumplir 33 años. Se encuentra en tierras chilenas, defendiendo la casaca de Deportes Antofagasta. Nuestro reconocimiento entonces hacia vos, querido Martín, por haber sido como fuiste. 

(Anteriormente on-line en Siempre Independiente)

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