Hace unos años, en una época que jamás volverá mientras vos
trabajabas en un lugar que ya no existe, tenías una compañera con la cual
habías entablado una cálida relación de amistad. Risas, cafés compartidos,
jugueteos… la química era interesante pero, por algún motivo, vos habías
limitado el destino de aquella dinámica en la amistad. Claramente ella esbozaba
ganas de llegar a algo más.
¿Hablamos de batir un Dolca? Quizá, si, quizá no.
Secretos al oído, caricias y besos que
jamás se darían porque vos congelaste los caminos del placer en conversaciones
cada vez más protocolares, saludos a distancia y algún que otro beso en la
mejilla. Es cierto, en algunas ocasiones compartieron alguna copilla fuera del
laburo, incluso la acompañaste hasta su departamento y podrías jugar que por un
segundo pensaste en aventurarte a besarla y testear a la oportunidad de ver qué
pasa. Pero para vos, era una amiga. Te encontrabas inmune a sus encantos y decidiste
dejar esa historia en el archivo de lo que nunca sucedió.
Los años transcurrieron, la perdiste de vista y cada tanto
te reprochas no haber valorado un poco más a aquella colega que hoy se
encuentra continuando su existencia en algún rincón de la ciudad. Tu propia
táctica te encerró, pero ya no hay nada que hacer. Sorpresa abismal cuando,
caminando por ahí, accidentalmente te reencontrás con ella. No está sola:
Camina de la mano de tu peor enemigo, aquel viejo rival que por alguna
situación eclipsó tu odio y cada vez que lo observas no podés evitar desearle
un fuerte y recalcitrante dolor de muelas nocturno. ¡Y ahora parece que ha
conquistado el corazón de aquella compañera! Recapitulás todas las
oportunidades que desperdiciaste. Imaginás en todos los finales posibles que no
vivirás con aquella muchacha. Te regalas observarla por última vez. ‘Está
linda’ pensás. No… es mucho peor. Está bonita.
¿Te enojas? Con vos mismo, seguro. Vos sos quien se impidió en el pasado
lo que ahora desea en el presente.
Es por eso que, ‘folclore’ dejado de lado, nos enfurezcamos
con Sergio Vittor a causa de actualmente vestir la casaca de nuestro clásico
rival, Racing Club. Hechos sus primeros pasos en la máxima división con la
camiseta de Independiente en el año 2008, debutó en una derrota por la mínima
ante Tigre, por la doceava fecha del Apertura. En aquella jornada compartió
mediocampo con Hernán Fredes, Damián Ledesma y Leonel Ríos. Acumuló un puñado
de cotejos en el club y rápidamente salió a buscar continuidad bien lejos de
Avellaneda: El MSK Zilina de Eslovaquia lo acobijo durante parte del 2010,
regresó a la institución para, nuevamente, entender que las chances de jugar
estaban fuera del Libertadores de América y pasó con un rendimiento de menor a
mayor por diferentes equipos de nuestro país hasta firmar por los vecinos.
Desearte suerte sería hipócrita, Sergio. Pero tampoco te
miramos con resentimiento.
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