El arco es el puesto más ingrato. Solitario, no perdona
errores y convive con el hecho irreversible de que jamás una atajada será tan
festejada como un gol, salvo casos extremos. Ya han dicho diversos expertos de
los tres palos que mientras que a un jugador de campo se lo alienta e incluso
aplaude cuando yerra un gol, el tanto concebido por el arquero lo hunde en el
ruido blanco de la vulnerabilidad. Incluso cuando no podía haber hecho para
evitar que penetren su puesto, el arquero sale a la cancha sabiendo que le va a
tocar bailar con la más fea.
La contracara de esto es que el meta puede llegar a forjar
una personalidad que amolde cualquier inseguridad en su oficio a la caníbal
exigencia del mismo. Provocación, buzos coloridos o extravagancias que
desdibujan el rol conservador del arquero. Gastón Sessa, Carlos Navarro
Montoya, Hugo Gatti… Claro que también abundan tipos que han hecho una
trayectoria sumamente respetable limitándose a la sobriedad del puesto. Pero la
marginalidad táctica que por momentos padece el arquero lo hace un ser
particular. Viste distinto a sus compañeros, está lejos de las jugadas de
acción de su equipo y en el once titular solo hay un lugar para uno de los
suyos.
Una disciplina que diferentes ‘porteros’ han sabido
desarrollar es la de hacerse cargo de las pelotas paradas en el afán de ahora
ser ellos quien rompan redes. Quizá como faro a nivel histórico podemos hallar
a Rogerio Ceni y José Luís Chilavert. El mítico René Higuita y el delirante
Jorge Campos pueden también integrar la lista de guardavallas con gol.
A favor…
Lo cierto es que si nos posicionamos sobre nuestro querido
Independiente podemos encontrar casos significativos en torno a esta
particularidad. Podemos hallar al legendario Faryd Mondragon mojando de penal
frente a Vélez Sarsfield, cuando por la fecha diez del Apertura 1997 ‘El Rojo’
y ‘El Fortín’ se enfrentaron en la Doble Visera. Desafortunadamente ese match
terminaría en victoria por 5 a 2 para la visita.
En el 2007, por la misma vía, y en un encuentro mucho más
favorable, Oscar Ustari comenzó a despedirse de la hinchada obsequiando un
grito de gol tras convertir vía pena máxima en una goleada por 4 a 1 ante
Quilmes, en la anteúltima fecha del Clausura. Poco tiempo después emigraría al
fútbol español.
En 2014, Diego ‘Ruso’ Rodríguez marcaría en la fecha 28 de
la B Nacional frente a Banfield, en un verdadero partidazo disputado en el
Florencio Sola que finalizaría 3 a 3. Sería el punto de partida de la campaña
del rubio guardavalla haciéndose cargo de los penales a favor de Independiente.
Acumularía nueve goles en el club, cifra que se ve opacada por un nivel que
tendió a desmejorar radicalmente con el paso del tiempo.
A las puertas de la gloria quedó Luís Islas, quien en 1992
fue a buscar un córner en el último minuto del partido de vuelta ante Racing
por los octavos de la Supercopa (habían ganado los vecinos 2 a 1 en la ida) y
se encontraría, tras un rebote, con la redonda en el borde del área rival. Su
disparo agónico se estrelló contra el travesaño, dejando un verdadero tanto
heroico a unos pocos centímetros de ser concretado.
En contra…
¿Se imaginan a Rodríguez anotando un gol de penal frente a
Independiente con su nuevo equipo, Rosario Central? Ya un arquero del ‘Canalla’
anotó frente a la escuadra roja: Fue Jorge ‘Fatura’ Broun, en una derrota 2 a 0
correspondiente al Apertura 2009.
El mencionado Chilavert también supo gritar gol frente a
nuestro equipo. Su salieri más contemporáneo (?) Christian Lucchetti también
marcó de pena máxima ante Independiente.
El gol convertido a Independiente por parte de un arquero
que mayor importancia histórica a tomado es sin dudas el que el uruguayo Daniel
Frangovic le marco, de arco a arco, a Luís Islas, en un partido por el Grupo 1
de la Copa Libertadores de 1987 en donde su equipo, Atlético Unión Táchira de
Venezuela venció por 3 a 2 a ‘El Rojo’. Se trató de un gol increíble que, si
bien estuvo favorecido por los fuertes vientos que azotaban a la ciudad de San
Cristobal, significó en primer lugar el pilar de una histórica victoria de un
conjunto venezolano ante uno argentino en un encuentro por Copa Libertadores,
se tornó un hito en el fútbol de dicho país y cambió para siempre la vida de
Frangovic, quien se tornó una celebridad por un tiempo en los ochenta,
consagrándose como un referente del arco en aquellos pagos.
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