Nombre eslavo, apellido conocible en las calles de
Avellaneda, origen colombiano y un antecedente en el fútbol brasileño: Vladimir
Marín Ríos era un misterio para los hinchas de Independiente en aquel invierno
del 2006. Jorge Burruchaga, sumergido en los primeros días de su etapa como
nuestro entrenador, encabezaba una renovación en las filas del equipo tras la
partida de Sergio Agüero al fútbol español. Parte de ese arribo de nuevas caras
incluía a este lateral izquierdo de 163 centimetros de altura, que llegaba
desde el Atlético Paranense para reforzar un cuarteto defensivo que contaba con
Lorgio Álvarez, Guillermo Rodríguez y Leandro Gioda.
Con una complejidad física casi calcada de Roberto Carlos,
Marín cumplía con los requisitos que los seguidores del fútbol sugerimos a un
lateral izquierdo: Baja estatura, la cual debe potenciar una rapidez para
asistir en la ofensiva, y buena pegada. Por supuesto que la comparación con el
astro brasileño es pura ejemplificación, aunque lo hecho por este jugador
colombiano con la casaca roja no fue para desmerecer. Sin embargo, claro está,
fue escaso y olvidable con el paso del tiempo.
Solo disputó con la camiseta del Diablo el Clausura 2006. En
el mismo, jugó 12 partidos y anotó un gol: Corrida memorable ante Lanús en la
Doble Visera, recibiendo una asistencia de Montenegro y realizando un disparo
cruzado, preciso y suave desde afuera del área que besó la red ante la mirada
resignada de Carlos Bossio. Aquel día, Independiente ganó 4 a 2.
Concluida su fugaz travesía por suelo argentino, emigró al
fútbol paraguayo. Llegó a jugar con su selección y lograr amplio reconocimiento
jugando en Libertad y Olimpia.
Corrijo: fue en el Apertura 2006 donde jugó
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