Se trata de un entrenador que tatuó un estilo en el vasto
cuerpo del fútbol contemporáneo. Entremezclo con una frialdad calculadora
exigentes métodos de entrenamientos y exhaustivos amoldamientos tácticos con
principios morales y características personales que le dieron entidad propia en
el mundo que rodea a la pelota. Su forma de percibir a este deporte fue
heredada, tomada o adoptada por diversos técnicos que le encontraron un nuevo
sentido a las formaciones, el pizarrón y los apellidos en las espaldas tras
pasar por un plantel dirigido por él, recibir una charla técnica del mismo o
simplemente observar detenidamente sus modos. Existe, en simultáneo, una
considerable crítica hacia su trabajo, alegando que posee más métodos y
salieris que trofeos en la vitrina. Su labia compleja de por sí puede tornarse
incomprensible y por ende tramposamente inmune a la crítica. Aún pesa sobre sus
hombros el fracaso que vivió como entrenador de la Selección hace casi quince
años.
Su predominio de formador y asentador de bases que quizá contribuyó a su
también válida faceta de comandar hechos que ‘siempre quedaron al borde de la
gloria’ lo hacen merecedor de aplausos pero también receptor de discordia. Lo
que no se puede negar es que el trabajo realizado por Marcelo Bielsa es digno
de apreciar y respetar. Ha comandado reinvenciones, renovaciones e incluso
revoluciones de diversos grados. Hoy es un nombre de peso en el banco de
suplentes para todos los amantes del fútbol. Creo un estilo, y diagramó de esa
forma, casi sin quererlo, una escuela.
Un capítulo casi desconocido de la trayectoria de ‘El Loco’
es que estuvo a escasos pasos de convertirse en director técnico de
Independiente. Esa chance se dio previo a su desembarco en el fútbol europeo y
su paso por la Selección Argentina. Bielsa tenía 40 años cuando, en el invierno
de 1995, se lo comenzó a nombrar en ‘El Rojo’ como un posible sucesor de Miguel
Ángel Brindisi, ya sin crédito entre los seguidores del equipo a pesar de haber
obtenido el Clausura un año antes, causa de los magros resultados en la campaña
posterior. Su posible desembarco en la institución desencadenó posiciones
encontradas entre dos dirigentes de influencia clave en aquellos años: Por un
lado, el presidente Jorge Bottaro, por el otro, Héctor Grondona, miembro de la
comisión directiva. El primero prefería otras opciones por sobre Bielsa (se
hablaba de Enzo Trossero), mientras que el hermano de Don Julio asimilaba una
devoción por el ex DT de Newells. La situación del primer equipo, cabe decir,
era preocupante: Luís Islas, en conflicto con el club, buscaba emigrar. No era
el único caso: Desde la dirigencia se buscaba pasar una escoba que también
barriese a Néstor Craviotto, Gerardo Mejide, Carlos Desio, Walter Parodi,
Orlando Maturana, Alfredo Cascini, entre otros tantos jugadores del conjunto.
Se acoplaba a estas medidas la ya mencionada partida de Brindisi, sin poder
encontrarle rumbo a un plantel desencontrado con la victoria que hasta hace tan
poco tiempo había logrado conseguir.
¿Qué decía Bielsa a todo esto? Desde México, en donde había
dirigido al Atlas entre 1992 y 1994, deslizó para la prensa que: “Independiente es una de las mejores
instituciones del mundo, con una tradición futbolística y un lugar donde se
puede presentar un proyecto serio, a largo plazo. Hasta ahora esto me provoca
ansiedad y curiosidad”. Con su faceta personal aún no marcada por su
permanente distancia para con la prensa, el hombre del jogging estiró un
comentario más que prometedor: “Si
aceptaran un proyecto de trabajo, de mi parte no habría ningún problema”.
La resistencia por parte de Bottaro, quien postulaba a Enzo
Trossero como un mejor candidato, comenzó a adormecerse a partir de la
docilidad con la que Bielsa recibió la posibilidad de dirigir a Independiente.
Los días pasaban y ‘El Loco’ se transformó en un lugar en común entre
bottaristas y grondonistas. Mientras este par de pájaros establecían
negociaciones con el técnico, se hablaba de posibles refuerzos como Leonel
Gancedo, Gabriel Schurrer y Fernando Galetto. Ya lo vaticinaba el
sensacionalista (?) El Gráfico de los años 90’: “Para los dirigentes rojos, ese manosanta que espantará todos los males
tiene nombre y apellido: Marcelo Alberto Bielsa”.
Pero como nos tiene acostumbrado el fútbol argentino, nada
es lo que parece. El consenso bottarista-grondonista se encolumnó sorpresivamente
detrás de un tercer candidato: Miguel Ángel ‘Zurdo’ López, electo como
entrenador para comandar la campaña en el Apertura 95’ y en la Supercopa
Sudamericana de aquel mismo año. Si bien en el torneo Independiente realizaría
una campaña poco eficiente (14vo, con 21 puntos), se alzaría con la Supercopa
venciendo en la final al Flamengo en un global de 2 a 1 a favor. Bielsa, por su
parte, jamás volvería a ser mencionado en Independiente. Continuó su
trayectoria en México, cosechó un título local en Vélez Sarsfield y, cuando
apenas se acomodaba en el banquillo del Espanyol, le fue ofrecida la dirección
de la Selección Argentina, cuando aún corría el año 1998.
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