Este humilde escrito no se trata de catalogar como “un reto
a lo imposible” a la victoria por 3 a 2 que Independiente alcanzó frente a
Chicago hace un importante puñado de años. Con el mayor de los respetos por los
posibles lectores verdinegros, el historial reza una implacable ventaja
8G-7E-0D a favor de la escuadra de Avellaneda. Lo que efectivamente este post
busca es rememorar una victoria obtenida contra todo pronóstico, debido a un
resultado desfavorable que se mantenía firme mientras la conclusión del partido
cada vez era más cercana, hasta que la magia agónica del fútbol revirtió lo que
parecía una batalla perdida.
Por la fecha 11 del Apertura 2006, el Independiente de Jorge
Burruchaga se medía en el estadio de Racing ante Nueva Chicago. El once de El
Diablo incluía a Ustari en el arco, Lorgio Álvarez, Gioda, Abraham y Marín
componiendo el cuarteto defensivo, Ortemán, Carrizo, Armenteros y Rodrigo Díaz
en el mediocampo y Montenegro y Denis como dupla ofensiva. En el banco de los
relevos, aguardaban su oportunidad Assmann, Guillermo Rodríguez, Eluchans,
Machín, Herrón, Fabro y un joven atacante de nombre Ismael Sosa. El Rojo
acarreaba un arranque irregular, con intermitencias de buen juego pero sin
poder asentarse en la lucha por el título. Un triunfo en aquella noche de
Avellaneda sería vital. Chicago, mucho más alicaído, traía consigo la
estadística de solo once puntos sobre treinta posibles y con la presión de la
lucha por no descender, aún joven pero siempre existente, comenzando a
presenciar sus actuaciones.
Por este dato, y con el favorable de la “localía”, fue
ampliamente sorpresivo cuando, remate de zurda cruzado mediante, Federico
Higuaín puso a escasos minutos del entretiempo el 1 a 0 para la visita.
Independiente había estado jugando mejor, pero un rebote inesperado bien
aprovechado por el mismo generaba irse a descanso perdiendo por la mínima. En
el segundo tiempo, cuando apenas transcurrían los siete minutos, Ismael Sosa, número
29 en la espalda, ingresó al campo de juego por Armenteros. Este es el momento
clave en nuestra historia de hoy. Comparable en el terreno cinéfilo con la
parte en que Forrest Gump conoce a Jenny en el micro escolar ó como cuando
Lester Burnham tiene su fantasía con petalos de rosa con la porrista Ángela
Hayes en American Beauty. Continuamos.
A un poco más de diez minutos de su ingreso, el joven Sosa
interceptó un pase en la boca del área de Chicago, y con un derechazo
exquisito, catapultó a Independiente al empate. Nada que hacer para el
guardavalla David Vega. Tras aquel hecho, el partido se introdujo en un dominio
rojo que no lograba consumarse en el tanto de la victoria. Duro revés sufriría
el panorama cuando, a los 37’, el mediocampista Viturro picó inexplicablemente
solo por la banda derecha del área y asistió a Higuaín para que marque el 2 a 1
favorable al conjunto de Mataderos. A pesar del duro golpe, Independiente se
reorganizó de manera fugaz y encaró con toda su fuerza ofensiva la caza del empate.
Y aquí nos sumergimos en el momento culmine de esta obra.
El partido llegaba a
su fin, el minuto 45’ comenzaba a transformarse en tiempo de descuento. “El
Rengo” Díaz, pelota dominada en la boca del área de Chicago. De espaldas al
arco, vio sobre su hombro picar a Sosa. Cruzo un pase despacito pero exacto
rumbo a su botín. El pibe fusiló con una pelota al ras por debajo de las
piernas del arquero Vega. 2 a 2 y
festejo con puño apretado. ¿Final en tablas? Pero para nada. Con el tiempo
desvaneciéndose en el tablero electrónico, el trío Díaz-Denis-Sosa salió a por
el tercer gol. Sería “El Tanque” quien minutos luego de que Sosa mojara
perdería una chance clarísima frente a un cada vez más vulnerable Chicago.
Lentamente el empate se hacía piel. Pero el jovencito delantero no se
conformaría con eso.
Cuando un partido a los ya culminantes 47 minutos del
segundo tiempo continúa abierto, lo impensado se fusiona con lo posible y
cualquier acción o hecho tiene lugar. Adoptando lo recientemente dicho, Sosa se
posicionó de espalda entre dos defensas rivales. Casi llamando la pelota con la
mirada, recibió un pase que lo encontró entrando con una marca torpe de cara al
arco rojinegro. El ángulo de tiro era complicado, ya que se encontraba casi
pegado a la línea de saque de arco con las piernas tercas del marcador buscando
interceptar su remate. Pero Ismael “El Chuco” Sosa lo logró. Bombazo devastador
al palo derecho del meta. Gritos, abrazos, sorpresa. En dos minutos cambió el
mundo. Ni siquiera hubo tiempo de reiniciar el partido: Sosa comandó a
Independiente en una remontada casi milagrosa construida en un poco más de 120
segundos. El pibe fue el héroe de las noches y, por aquella velada, todo el
estadio coreó su nombre.
(Anteriormente on-line en Siempre Independiente)
No hay comentarios:
Publicar un comentario