martes, 28 de febrero de 2017

Leonel Bottaro





Estúpido y sensual Bottaro...


Nuestro homenajeado de hoy es el marcador central Leonel Bottaro. Nacido en Lanús el día 24 de abril de 1985, se destacó como una gran promesa de las inferiores del Club Atlético Independiente, a tal punto que Américo Tolo Gallego lo llevó a la pretemporada del año 2003, donde se lo vió en el banco de los suplentes en un partido frente a San Lorenzo, donde el Rojo caería por 4 a 3. Sin embargo, la algarabía por pertenecer al plantel de primera división poco le duró a Bottaro, ya que una lesión en la rodilla lo marginó de los campos durante tres meses.

Habiendo jugado poco con el primer equipo, las esperanzas comenzaron a renovarse con la llegada de José Omar Pastoriza, debido a que en los inicios del 2004 nuevamente fue convocado para realizar la parte preparatoria en Salta. Expectante por lo que podía suceder, finalmente el Pato lo incluyó en el once titular. A base de pelear por un puesto, el actor que nos convoca tuvo su premio: fue incluido como titular en la primera fecha del Torneo Clausura de ese año, en un encuentro en el que el Rojo venció por 4 a 1 a Estudiantes de La Plata. En esa ocasión los once de movida fueron: Navarro Montoya; Cristian Zurita, Bottaro, Rafael Olarra, Juan Eluchans; Leonel Ríos, Daniel Quinteros, Christian Giménez; Hernán Losada, Damián Manso y Cristian Castillo.

Luego del auspicioso debut, el juvenil perdería el puesto con Darío Caballero (!), y sólo disputaría tres cotejos más con la casaca roja, haciéndolo como marcador de punta, puesto al que no estaba acostumbrado. Por consiguiente, en junio de 2004 bajó a reserva y a finales de ese año encontró un nuevo destino en Dinamarca, tras presentarse a una prueba del Odense de dicho país. Finalmente no quedó, y sería el Randers, también danés, el que le dio una nueva oportunidad aunque no superó la prueba médica por un golpe en el hombro de hacía días atrás.

Volvió a Avellaneda dispuesto a una revancha tras su frustrado paso europeo, sumándose al equipo de cuarta división. Sin embargo, el club lo declaró libre y Bottaro fichó para Atlético Argentino de Mendoza, en el 2007, aunque poco se sabe de su paso por la tierra de los viñedos. Al año siguiente fichó para el conjunto de Real Arroyo Seco, donde disputó 14 enfrentamientos sin marcar ningún gol. 2009 lo encontró el Real Mamoré de Bolivia, donde los registros encontrados marcan un total de 24 disputas, con un saldo de 6 goles convertidos para el defensor.

Finalmente, el último eslabón de esta cadena futbolera, lo encuentra en Deportivo Merlo en donde recaló en el 2010. Esta fue la historia de un joven defensor, donde la mala suerte debido a lesiones fue lo que lo marginó completamente del mundo de la redonda. Sin poder sobreponerse, hasta hoy, a sus adversidades.

domingo, 26 de febrero de 2017

Lucas Villafáñez

La historia de hoy convoca a un nuevo viaje por la Argentina. Una travesía que comienza a 1.753 kilómetros de la ciudad en la que reside el club de nuestros amores. Un lugar frío, austral y bien al sur de nuestro país, en donde nuestro homenajeado comenzó a dar sus primeros pasos ligados a la redonda.

Año 1991. Comodoro Rivadavia, lugar perteneciente a la provincia de Chubut, parecía entrar en un auge, a nivel social, que hacía soñar a todos los habitantes. Con la Guerra del Golfo, en Irak, que provocó una suba en la explotación del petróleo, materia prima en el sur argentino, el comienzo de la década de los ’90 aparentaba ser prometedor y con signos de crecimiento. Sumado a eso, en el año en cuestión, el municipio pasaría, por primera vez en su historia, la barrera de los 100.000 habitantes, hito significativo para el lugar.

Si bien las privatizaciones de empresas como  YPF, Gas del Estado y Correo Argentino, tuvieron un grave impacto en la producción principal, lo que acarreó a un declive económico a nivel general, no es la parte política, ni una remembranza cronológica lo que nos lleva hasta aquí. Es que, entre esas más de 125.000 personas que ocuparon el suelo sureño en la década de los noventa, aparecía un nuevo talento con dotes futboleros que buscaría el sueño de convertirse en profesional.

Lucas Villafáñez  nació el cuatro de octubre del ’91. Sin conciencia de lo que la vida le depararía en un futuro, comenzó a gestar y perfeccionar sus habilidades en el fútbol, con el afán de jugar en primera y convertirse en estrella.

Sus primeros pasos los dio en la Comisión de Actividades Infantiles, en donde pasó por las divisiones inferiores, hasta llegar a primera. El elenco, que en el 2006 militaba en el Nacional B, decidió lanzarlo a las tumultuosas aguas del profesionalismo y ser la institución que marque su debut.

Con apenas 16 años, y un porvenir por delante, dio sus primeros pasos en un fútbol donde las condiciones climatológicas, tienen un papel más preponderante que en cualquier otra región. “Jugar en Comodoro es difícil, con mucho viento”, soltó el enganche, ante la adversidad de poder mostrar su talento por factores externos a lo que vivía en verde rectángulo.

El enlace por naturaleza, aunque con prestaciones para hacerlo por los costados ocupando la posición de extremo recorrió las provincias, a lo largo y ancho del país, buscando el ansiado boleto que lo lleve a primera división, pero sin éxito deportivo consumado.

Pero las puertas parecían abrirse para él. Si bien el deseo colectivo no logró cumplirse, otra entidad, que comparte el mismo acrónimo que la que lo formó, se cruzó en su camino con el fin de llevarlo a la elite. El Club Atlético Independiente lo iría a buscar, de la mano de Cesar Menotti –que en ese momento ocupaba el rol de manager- y Daniel Garnero, técnico en aquel entonces, para que le de los destellos de claridad que al equipo le faltaban.

Llegó a mediados con el mote de una promesa y apuesta a futuro, en una operación de un préstamo. Sin embargo, durante el primer semestre, no pudo estar a disposición para el Dani, debido a una fuerte lesión que lo marginó durante seis meses de los campos. 

Es así que, de agosto a diciembre, no logró compartir mucho con Garnero. Tras una derrota ante Banfield, por cuatro a cero, la comisión directiva decidió dar un cambio a la conducción técnica. Si bien Garnero expresó que tenía fuerzas para continuar, la CD, encabezada por Julio Comparada, le agradeció por poner el pecho, pero le pidió un paso al costado, acción que derivó en la posterior renuncia de Menotti. Héctor Maldonado, secretario general en aquel entonces, cargó duro contra el ex manager: “Hablamos muy poco con él. En Independiente no sirvió esa función".

Antonio Mohamed sucedería en el cargo. Con él en el banco alternaría entre reserva, banco de suplentes, algunos partidos en primera y tendría la cancha de debutar oficialmente, en un encuentro que culminó con derrota por la mínima ante Tigre. Su actuación más destacada, llegaría en mayo, cuando anotó el tanto para decretar el empate ante Boca, por uno a uno, en la Bombonera, a cinco minutos de haber ingresado y en su tercer partido con la camiseta del diablo.

Quien idolatra a Pablo Aimar, prócer en su posición, tendría pocos minutos y, en el 2013, recogería sus cosas y pasaría a Huracán, en donde lo esperaba un viejo conocido: Antonio Mohamed. A préstamo en el elenco de Parque Patricios durante un año, no logró afianzarse, ni encontrar continuidad, lo que provocó que en 2014 regresara a Villa Domínico, relegado y con contrato hasta el 2015.

Es por eso que, en ese mismo año, decidió cambiar de aires y pasó a jugar en Grecia. El Panetolikos F.C lo esperaba con los brazos abiertos, con un contrato en carácter de cesión, con una durabilidad de dos años, y una opción de compra de un millón de dólares. Adrián Fernández, Javier Báez, Leonel Buter y Walter Busse complementaron el éxodo de jóvenes en ese mercado de pases. En el viejo continente, no eran todas malas y un ex compañero volvería a cruzarse en su camino: Fernando Godoy.

En el Panetolikos demostró su mejor versión, similar a lo que pasó en 2011, donde fue convocado para el Mundial Sub 20 de Colombia y los Juegos Panamericanos. En Grecia los fanáticos pasaron a tomarlo como referente e ídolo, ya que disputó 40 partidos, marcó doce goles y dio seis asistencias. Sus buenas actuaciones lo llevaron a recalar en el Panathinaikos, gigante del fútbol greco, en donde deja sus destellos hasta el día de la fecha.

Poco recalamos sobre su partida. Es que su ida estuvo llena de altercados y fuego cruzado. Su saldo dejó 37 encuentros y 3 goles, durante su estadía en Bochini y Alsina. Sin embargo, la relación, no quedó del todo bien. Por una cláusula impaga del contrato del jugador al  momento de llegar de la CAI de Comodoro Rivadavia, embargó al Rojo en 1.400.000 millones de pesos, lo que podría haberle impedido al club el cobro de derechos televisivos. La comisión, ya con Hugo Moyano a la cabeza, le encontró salida al asunto y todo quedó claro, pero con algún recelo dando vueltas.

Criado en el sur, afianzado en el conurbano bonaerense, Villafáñez pasó su carrera siempre ligado, de alguna u otra forma a Independiente: La institución formadora fue la CAI, pasó al C.A.I de Avellaneda, lo dirigió dos veces Mohamed y, cuando pasó de continente, a explorar una liga poco coterránea, llegó a encontrarse con otra joven promesa, que poco duró en el club: el perro Godoy.


jueves, 23 de febrero de 2017

Juan Caicedo





De no haber sido uno de los rostros de la peor hora en la historia del Club Atlético Independiente, este atacante colombiano se habría ganado el mote de personaje de culto en esta película por momentos inentendible y confusa que es nuestro Rojo en la ultima década (y quizá algo más). Porque su llegada fue de tintes anecdóticos, sus características se asimilaban más a un guión de un sketch que a una cartilla de presentación y, mientras algunos se adjudican haberse quedado afónicos maldiciendo su escasa suerte de cara al arco rival, otros juran que de hecho era bueno.

El verano del 2013 era fuego. El infierno no estaba necesariamente encantador, con un Javier Cantero apagándose en lo profundo de su escritorio, cada vez menos reconocido por su lucha contra los barrabravas y cada vez más abucheado por su pésima gestión deportiva. Ardían los números de un equipo que debía hacer un buen torneo para no caer en la B Nacional, con un Américo Gallego craneando un plantel que tenía la obligación de fundamentar en 6 meses más de 100 años de historia, sin caer en la tendencia de quemar juveniles (?). En ese contexto transitaba por el club el rumor de que desde la dirigencia tendría apalabrado a un delantero extranjero, furioso rompedor de redes en su país natal, que arribaba por expreso pedido de El Tolo. El nombre de Juan Fernando Caicedo llegó a los medios. ¿Qué dijo Cantero cuando le preguntaron por dicho sujeto? Que el mencionado jamas estuvo en los planes. ¿Y que sucedió pocos días después? Caicedo apareció en Avellaneda para firmar con El Rojo. "Mentí porque nadie conocía ese nombre e iba a avivar giles, defendí los intereses de Independiente". La realidad es que para JC y sus secuaces, el homenajeado de hoy era un lejano Plan C, detrás de luego frustradas negociaciones con Dorlan Pabón y Martín Cauteruccio. Y después nos preguntamos porqué pasó lo que pasó.

En fin, defensa de intereses van, defensa de intereses vienen (?). Caicedo llegó al ojo público y develó su curriculum. Buen 2012 en su ex equipo Deportes Quindío, rozando un promedio de gol de casi un tanto cada dos cotejos, y posesión del 25% del pase a cambio de medio millón de dolares. En su presentación posó con gorrita y su nueva casaca ante las cámaras para luego marcharse de la sede de Mitre a pie, tranquilo y campante por Avellaneda Centro.

A esto le siguió el rumor de que el colombiano tenia una pierna más larga que la otra, hecho distorsionado en la nebulosa de chistes del tipo que ustedes ya se imaginaran, pero por si acaso no lo hacen, le deslizo que se decía que el muchacho caminaba por la playa y dejaba tres huellas. Y la corto acá (?). Por último, llegó a nuestros odió el apodo que portaba desde su tierra: Sorongo. ¿Qué significa ese termino? Alguien perezoso. No sabría decirles cuál significado deparaba un futuro peor. Curiosos tintes de personalidad desde el vamos, pero hasta que la pelotita no empezara a rodar, las opiniones eran superficiales.

Su debut fue en la primer fecha del Torneo Final. Promediaba el final del segundo tiempo e Independiente, en el Libertadores, empataba en uno con el Newell´s del Tata Martino. Caicedo ingresó por Tuzzio en pos de complementar un ataque que tenía en su haber a Daniel Montenegro y Ernesto Farías. En su afán de buscar la victoria, Caicedo fabricó un penal que pudo haber puesto al equipo en ventaja, de no ser porque El Tecla lo envió a las nubes y, con el ánimo por el piso, el Rojo balbuceó por el campo de juego mientras los rosarinos se recomponían y lograban la victoria por 3 a 1. Interesante primeros minutos del colombiano, empañados por la caída. Sabor agridulce.

Tradicionalmente ingresando en alguna porción de los segundos 45 minutos, Caicedo era más voluntad que técnica, pero en un equipo en declive, eso de momentos era suficiente para sobresalir. Sus piernas delgadas y largas apelaban a la presión y robo del balón adherido a un pique algo entorpecido pero que se colaba en el área rival por su físico. De haber sido algo más que una apuesta para el segundo tiempo, este sujeto pudo haber sido un único héroe en aquel lío. Se ganó una ovación en la victoria 3 a 1 frente Argentinos Juniors en Avellaneda, donde exhibió una interesante dupla con el paraguayo Adrián Fernández, y fue ganado aún más oportunidades de juego a medida que transcurría el torneo.

Gallego ya no estaba, Miguel Ángel Brindisi intentaba domar a un equipo que luchaba por la permanencia. Por la fecha 14, mojaría en dos oportunidades en lo que fue la victoria por 3 a 1 ante San Martín de San Juan, un resultado que elevó por los cielos la esperanza, pero que no seria más que estadística de una escuadra que culminaría estrellándose. Aquel doblete frente al verdinegro fue su opera prima en Independiente. La hinchada coreó por él y hasta atinó a convertirse en un accidentado símbolo de la resistencia. Todo se disiparía tras el 15 de Junio de 2013.

En vísperas de iniciar la travesía por la B Nacional, Caicedo dejó el club en el mayor de los silencios. 14 partidos, 2 goles y una pasantía demasiado surrealista para un Independiente cuya realidad finalizaría en restos de llanto latentes en una entrada a medio romper, sepultada en el polvo y el viento del "Libertadores de América", naufragio de aquel nefasto 2013.


martes, 21 de febrero de 2017

Matías Di Gregorio


Independiente Inédito resultó ser una verdadera caja de pandora. Reflejo o semejanza de algún problema matemático –en este caso futbolístico- en el que las cosas parecen dificultarse a la hora de encontrar la X. Quizás, aquí, podamos no hallar esa letra en cuestión, pero a lo largo de los casos, las historias y notas hay patrones reiterativos que son los primeros en salir a la luz, quizá por los difíciles momentos que atravesó el Rojo en el último tiempo, o por la impericia de quienes tomaron las decisiones deportivas.

El relato de hoy nos lleva al elenco conducido por el viejo conocido Pedro Troglio, primer actor recurrente en escena. En su estadía en el predio de Villa Domínico, allá por el 2007, buscó potenciar a un equipo que, meses después, pelearía el campeonato que sería esquivo con resultados adversos a partir de la decimotercera fecha.

Con la inquietud de no contar con algún futbolista que compita e intensifique la responsabilidad de cuidar el lateral izquierdo, en ese momento perteneciente a Lucas Mareque, decidió posar sus ojos en las cualidades de un surgido de las divisiones inferiores, formadoras de diablitos.

Matías Di Gregorio, tres por naturaleza, con posibilidades de ocupar el mismo sector pero unos metros más adelantado, sería el apuntado por el deté para pisarle los talones al habitual titular. Aunque señaló en su momento, en tono de broma, que “fui siempre la Cenicienta de Mareque”, mantuvo una digna disputa con el ex River, quitándole el lugar en ciertos momentos.

Su bautismo con la casaca roja, específicamente con el número 18, fue el 16 de junio el 2007, con una contundente victoria ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy, por tres tantos contra uno. En ese cotejo, compartió la retaguardia con otros homenajeados como Carlos Báez y Leandro Gioda, además de David Abraham.

Meses más tarde, casi nueve para ser exactos, tuvo su debut en las redes, que mantendrá en la memoria hasta el fin de su carrera. Ante el homónimo del adversario con quien disputó sus primeros minutos como profesional, pero en este caso platense, infló el arco que da a la popular visitante en la cancha de Racing, ante el regalito de Reinaldo Alderete –ver nota- y la posterior definición de derecha que venció a Carlos Kletnicki.

Sin embargo, y ante el aparente color de rosa que pintaría su trayectoria ligada a la institución de Avellaneda, el corriente año traería más malas que buenas. Con Troglio cuestionado por la gente, dejó la conducción técnica, tras una derrota por dos a cero ante San Martín de San Juan, en un torneo que llevaba 7 fechas disputadas y a cinco puntos del líder Boca Juniors.

El interinato de Miguel Ángel Santoro, bombero voluntario para socorrer siempre que requieren sus servicios, hizo que el ex arquero pateara el tablero, relegara a Mareque al banco de suplentes y puso al protagonista de este cuento de entrada en la primera práctica. Sin embargo fue efímero y no sumó la cantidad de minutos que él deseaba.

Con la contratación de Américo Gallego, luego de que sonaran nombres como el de Daniel Passarella o Migue Ángel Russo, el sueño se terminó. El canterano volvió a entrenarse con la tercera y descargó contra el técnico de turno: “Ya no sé cuándo se me va a dar una oportunidad".

Aunque intentó quitar dramatismo en un principio, su poca recurrencia en la consideración de los diversos entrenadores terminó por hacer que la situación tome un tinte un poco más negro. Si bien argumentó que el Tolo le dio el visto bueno, en el inicio, dice no encontrar explicación ante la decisión que tomó, luego de lucharla por tres años.

Sumado a eso, la señalización de algunos, quienes alegaban que arribaba tarde a los entrenamientos, hizo que la bomba explotara y pase a defenderse a diestra y siniestra: “Eso me enojó mucho más que haber bajado. El que se metan con mi prolijidad en el trabajo me puso mal. Soy el primero en llegar”. Su escudo defensivo se llenó de tristeza ante la determinación que debía tomar para seguir con su periplo que lo une con el balón.

Una primera cesión a Quilmes, en donde disputó 14 partidos y marcó un gol, seguido por un préstamo a Atlético de Rafaela en donde no vio acción, fueron los determinantes que concluyeron su etapa en el suelo argentino. A partir de allí el club 3 de febrero, de Paraguay, lo cobijó y, con él, llegó el ascenso a la primera división de aquel país.

Su último rastro futbolero, lo deja en Chile. En el territorio trasandino forma parte de las filas del Naval de Talcahuano, en donde disputa la segunda categoría, en búsqueda del tan añorado boleto que los lleve a la elite.


El saldo, deja siete partidos con la casaca del Rey de Copas, un gol, tres técnicos -recurrentes en las diversas historias de este blog- y el anhelo frustrado de no poder triunfar con la piel de sus amores.  

domingo, 19 de febrero de 2017

Ricardo Bochini como DT



Leyenda de propiedades similares a la de la magia dentro del campo de juego, una vez concluida su carrera  a Ricardo Enrique Bochini encontró dificultades para encontrar su sitio en el fútbol. Alternando entre una especie de enlace-representante de jugadores, propiciando a su carrera un breve regreso con la casaca de Barracas Bolívar y últimamente ofreciendo por video la posibilidad de ser contratado para eventos, El Bocha  aún no pudo formalizar un título en su biografía de vida amén de la de uno de los mejores futbolistas que haya pisado el fútbol argentino, pero ya retirado del mismo desde hace décadas. Astro, amo y señor de una de las mejores etapas en la historia de nuestro Independiente, aún no cesa su búsqueda de encontrar el lugar desde donde ayudar al universo donde pasó sus más felices días.

En el sendero de prueba y error que compuso la experiencia anteriormente detallada, RB sostuvo dos etapas como entrenador de El Rojo. La primera incluyó una dupla en dirección técnica con Carlos Fren a escasos meses de su último partido oficial. Fue de cara al Apertura del año 1991, en donde conformó junto con su par un equipo con dos feroces debilidades: Falta de gol y vulnerabilidad en su localía. Debutó con una caída 0-1 ante Platense y poco fue lo que repuntó una escuadra que finalizó onceava, producto de 6 victorias, 7 empates y 6 derrotas, a gran distancia del campeón River Plate. Poco tiempo después el dúo concluyó sus actividades en Independiente, dejando como mayor huella la inspiración para el tema Bochini-Fren que compuso Simón Fuga (?).


Diez años más tarde, El Bocha percibió la chance de revancha. Independiente navegaba sin rumbo en el Apertura 2001 y tras una caída por la mínima frente a Estudiantes de La Plata por la fecha 16, a comienzos de Diciembre, el entrenador Enzo Trossero dió un paso al costado. Quien asumiría la dirección técnica sería Bochini, otra vez en condición de dupla, en este caso con Néstor Clausen a su lado. El primero era, en aquel entonces, técnico del fútbol amateur y el segundo el encargado de la reserva. En un equipo que tenía en sus filas a Pablo Guiñazú, Matías Vuoso, Diego Forlán y Andrés Silvera, pero también (?) a Ariel Rocha, Matías Villavicencio y Livio Prieto, debutaron con un 1-0 a favor frente a Nueva Chicago, con gol del Cuqui, pero luego todo se desmoronó a la siguiente fecha, con la derrota 3-5 ante Boca Juniors. Con la última jornada postergada por la crisis sociopolítica que afrontaba el país, el optimismo de la victoria primeriza era tapado por un plantel hundido moralmente ante la adversidad de resultados y con un promedio enflaquecido que encendía la alarma. Y ahí es cuando arrancarían los cortocircuitos internos de mayor envergadura.

En vísperas de Año Nuevo, estalló la bomba: Bochini se estaba por ir. A poco más de veinte días de su arribo, comenzó a discutirse que función iba a desempeñar RB en Independiente: Si el de componente de la dupla con Clausen o si el de una especie de director deportivo del conjunto. La disconformidad del protagonista de este post surgió por el sentir que le estaban otorgando un puesto menor para desplazarlo del cargo y así alejarlo de las decisiones de peso, escarbando en un antecedente que dibujaba su falta de satisfacción: "Cuando Piazza era el técnico me habían dado el cargo de asesor, pero terminé sin hacer nada". El vox populi de que los dirigentes, encabezados por el presidente Roberto Galano, le ofrecerían el puesto de DT únicamente a Clausen hacía que el aire en el mundo rojo se cortara con tijera. 48 horas más tarde, con Eduardo Camaño concluyendo su fugaz gestión al mando del país, Independiente era una pequeña Argentina edición 01'-02', porque desde la cúpula del club se dió marcha atrás con el plan Clausen DT-Bochini Manager y cedieron frente a los requisitos de El Bocha. En primer lugar, se lo rectificó como técnico junto con Clausen y se les dió vía libre para armar el modelo 2002, principalmente porque los directivos carecían de dinero para contratar a un nuevo técnico. El dúo se amoldó a un feroz plan de austeridad en donde los premios se cobrarían de forma postergada y los sueldos casi tocarían el suelo. La crisis abundaba.

Y nada podía salir bien para Independiente en aquel fatídico verano del 02'. Porque a fines de Enero, cuando la estabilidad parecía por fin establecida, Bochini se fue. Diferencias ineludibles con Clausen motivaron dicha decisión, en donde poco sabemos cuanto se mezclo lo táctico con lo personal. Amén de sus falencias administrativas, Independiente sostenía un invicto de seis cotejos en aquella etapa preparativa, pero El Bocha disipó cualquier optimismo: "Una cosa son estos partidos de pretemporada y otra el campeonato, que es mucho más exigente". Más tarde encendería el ventilador: “Si Independiente se va a la B, que sea por los errores de otro” y complementó:  “Con Clausen tenemos problemas en poner a determinados jugadores y en definir algunos puestos. Yo quería juntar más a (Livio) Prieto con (Pablo) Guiñazú para garantizar el armado del juego, pero él prefirió poner a (Juan) Eluchans como carrilero izquierdo para tener más marca”. Clausen atinó a responder: “En estos 14 días que duró la pretemporada, jamás me dijo algo así. Por eso, me sorprende su postura”. Un sinfín de desencuentros y choques que solo podían cranear un equipo que, en el Clausura 2002, saldría último. Y Bochini vaticinó un poco eso: "Sobrellevamos las diferencias en el verano y conseguimos resultados aceptables, pero yo pienso más allá; se avecina un campeonato muy complicado".

Así concluyó la fugaz, turbulenta y poco comprensible segunda etapa de El Bocha al mando de Independiente. Resultados adversos y desorden que propician una imagen distorsionada de uno de los más grandes de todos los tiempos a la hora de visualizarlo como entrenador. Es una frase trillada, pero que cierto es los que dicen y repiten que hay historias que merecían un mejor final.


jueves, 16 de febrero de 2017

Alejandro Botero



Nos convoca un relato en donde nuestro protagonista estelar, vio poca participación en la primera división, alternó en la reserva de Independiente, durante un largo tiempo, sobre quien algunos hinchas manifiestan que tenía buenas cualidades y que las lesiones le jugaron en contra. De yapa, salió campeón con el primer equipo, algo así como José Manuel Pinto en el Barcelona (?).

Debemos transportarnos a Pereira, Risaralda, en Colombia. Un joven con dotes de futbolista profesional y ambiciones de triunfar en un equipo de gran envergadura, nacía un ocho de octubre de 1980. Alejandro Botero haría su aparición por primera vez en vida y, con él, una historia repleta de sueños y frustraciones.

Cualquiera de nosotros supondría, en primera medida, que el Deportivo Pereira, de la ciudad en donde él es oriundo, sería quien cobijara y formara las primeras armas del futuro guardameta. Sin embargo, y tal como mencionamos anteriormente, sus anhelos de triunfo lo llevaron a probar suerte en el Deportivo Cali, cuadro de renombre en el país cafetero, que lo resguardó y soltó a un campo de juego en 1998.

Por aquel entonces, el elenco caleño disputaba la ya extinta Copa Merconorte y el torneo local, en donde era gran candidato a llevárselo, por lo cual el joven Botero aparecería asiduamente, en forma de recambio, en las formaciones que, partidos tras partidos, variaban. Lograron, finalmente, hacerse con el certamen doméstico, materializar el primer galardón para nuestro actor de turno, idear una carrera que recién comenzaba y un periplo deportivo en sus tierras natales que continuaría hasta el 2002.

Seis mil cuatrocientos noventa y cinco kilómetros al sur del continente, más precisamente en la ciudad de Avellaneda, en Buenos Aires, Argentina, Américo Rubén Gallego, craneaba su estrategia, en la dirección técnica de Independiente, con el afán de salir campeón, luego de un paupérrimo 2001 y magras actuaciones de Ariel Rocha y Darío Sala como arqueros.

Para aquel torneo, sumada a la llegada de Leonardo Díaz, el Tolo deseaba contar con un guardavalla más para potenciar el plantel. Fue entonces que, luego de la recomendación de Oscar Córdoba, Botero hacía su presentación en el elenco rojo, a préstamo por un año y con una opción de compra de 350.000 dólares. "Esta posibilidad de ser titular en el primer amistoso del año es muy importante para mí. Quiero exponer ante la gente cuáles son mis virtudes", soltó el uno, en la antesala del primer cotejo, con carácter informal, ante Nueva Chicago en Salta.

Relegado en el apertura de aquel año, con la titularidad de Díaz y con Damián Albil como principal sustituto, fueron pocas las veces en que Botero estuvo a disposición para ocupar el arco de la “Doble Visera”. Así y todo, en diciembre llegaría el momento crucial de la consagración, en el estado de San Lorenzo, y el segundo título para tener en su memoria deportiva, sumándole una estrella más a su palmarés.

En el clausura 2003, volvería a correr con la misma suerte, relegado en reserva y alternando con Lucas Molina, matices que lo llevarían a pensar en cambiar un poco de aire. Argentinos Juniors, que por aquel entonces militaba en la segunda categoría, contaría con sus servicios, aunque de nuevo tendría que correr de atrás por la presencia de César Velázquez. Con la lesión del portero titular, disputaría un par de cotejos, hasta que sufrió una rotura de ligamentos, que lo marginó hasta el 2005, donde reaparecería, pero tapado por Marcos Gutiérrez, en esta ocasión.

Retornó a su lugar de origen en ese año, nuevamente al Deportivo Cali, como profeta en su tierra, pero sin tener minutos de juego. A pesar de ello, volvió a conseguir el torneo con el elenco verdiblanco. A partir de allí, el destino querría que su próximo destino vuelva a ser el suelo argentino, pero esta vez en la provincia de San Juan y así ser parte de la plantilla de San Martín.

Sustituto de César Monasterio en el santo, logró el ascenso a la categoría de elite en el año 2007 y, con la lesión del uno titular, el destino parecía darle el guiño para volver a la competencia fuerte. Sin embargo, dos encuentros y una nueva lesión hicieron que pierda terreno. Cuando terminó su recuperación, Ezequiel Medrán llegaba al verdinegro y con él se esfumaban las chances de ocupar el arco de manera reiterativa.

Más allá de todo, tiene un grato recuerdo de su paso por el norte del país y hasta posee su firma en una plaqueta en el estadio “Bicentenario”, en conmemoración al centenario de la institución sanjuanina. “Fue importante quedar en el recuerdo y para la historia del equipo. Y pues ahora se traen a colación esos temas por lo que nuestra Selección va a jugar allí”, señaló antes de la fecha por eliminatorias en la que los dirigidos por Edgardo Bauza recibirían a los de José Pekerman.

Luego de su estadía en la región del buen vino, pasó por Boyacá Chicó, entre el 2009-2010 y Deportes Tolima hasta el 2012 en donde colgaría los botines en forma definitiva. Ya con su carrera consumada, nos adentramos a analizar su desempeño en el Rey de Copas en donde dejó un saldo positivo de cero partidos jugados, misma cantidad de goles en contra e igual cantidad de tantos a favor. No hay dudas, cuidó el arco como ninguno y, encima, relatará a sus herederos que él fue campeón con Independiente. 

martes, 14 de febrero de 2017

Lucas Cariati

(Foto de Mauricio Curto)


Basta con mirar algún embajador del pasado que repose en un rincón polvoriento de nuestro armario, sea un álbum de fotos, un anuario del colegio ó algun bloc de notas de ideas jóvenes hoy arrugadas, para encontrar sustantivos pertenecientes a una época que hoy parece ubicarse a años luz de nuestra existencia. Viejos compañeros, ex novias, un tío lejano parecido a Antonio Ríos que solo viste en el año nuevo del 98'... personajes hay varios e historias muchas más. 

Independiente siempre fue una tierra inestable para la proyección de juveniles. Quitando la excepción de la valla, nutrida en la última década por la escuela de Miguel Ángel Santoro, los tiempos difíciles implicaron que una enorme cantidad de pibes pasaran sin pena ni gloria para luego ahogar sus penas en una rescisión temprana y despuntar el vicio lejos del Libertadores de América. O mejor dicho, Doble Visera, porque así era el nombre de nuestro estadio cuando a fines de 2004 Lucas Cariati, de 21 años, debutó en la derrota por 2 a 1 durante una visita a Arsenal de Sarandí. Bajo las órdenes de Pedro Monzón, disputó los últimos diez minutos del encuentro compartiendo césped con Sergio Agüero, nada más y nada menos. Atrás también estaba Carlos Matheu y dispersos en el mediocampo estaban Fernando Lorefice y Roberto Carboni. La fortuna, lo aceptable y el ostracismo esparcieron su suerte en los destinos de estos pibes y a casi quince años de aquel encuentro, los resultados están a la vista. 

Cariati fue el último jugador en debutar en primera antes de que Independiente cumpliera 100 años de existencia. La bendición del Centenario lejos estuvo de augurarle algo de suerte, ya que aquel match ante los de El Viaducto fue la única vez que vistió de forma oficial la casaca roja. Rápidamente el optimismo por el aniversario se fue disipando con campañas adversas y técnicos irregulares. Cual alegría navideña impostada, la realidad era esquiva para un equipo que sin importar sus años aún no encontraba un estilo definido. Esto se calmó de la mano de El Kun y sus secuaces en el campo de juego, quienes armaron campañas más que respetables, quedando con el grito reprimido de corear campeón, principalmente por derrotas en partidos claves y la rápida partida de Agüero al Viejo Continente. 

Pero mientras todo esto sucedía, Cariati ya estaba lejos. Dejó el club en 2005 para partir rumbo a a Uruguay, pasando fugazmente por Fenix, y luego hizo escala en Hungría, donde jugó para el Ujpest. Posteriormente rellenó su CV de estadías en escuadras del ascenso. Su paso por Independiente se transformó para nosotros, los extraños, en un recorte de una fotografía que se ha tornado borrosa por el paso del tiempo. Él la exhibe con orgullo como prueba fehaciente de su estadía en el equipo de sus amores, transformado su voz en un epígrafe permanente de un rastro de historia que varios pasamos por alto gracias a la vorágine de los tiempos que nunca dejan de correr.

domingo, 12 de febrero de 2017

Diego Gavilán

Difícil encuadrar esta nota en ¿te acordás de…? Y pensar en que podría encajar también en la columna destinada a aquellos pases frustrados que, en su mayoría, hacen volar la imaginación e idean un Independiente que pudo haber sido un tanto más superlativo, pero que no fue tal, debido, en muchos casos, al decanto por otras incorporaciones que no fueron de tamaña importancia.

El 2009 nos lleva a una dicotomía planteada, por aquel entonces, en el predio de Santo Domingo. Mientras Américo Gallego preparaba lo que sería la puesta a punto para el torneo clausura de aquel año, trasmitía a la comisión directiva su deseo de contar con tal y cual futbolista. A la llegada de Eduardo Tuzzio, había que sumar algún volante de jerarquía que potenciara el plantel de ese momento.

Es entonces que la comisión presidida por Julio Comparada buscó complacer los deseos del deté de turno. Los intereses estaban puestos en Mario Bolatti, volante con rodaje internacional luego de su transferencia al Porto de Portugal, o Diego Gavilán, paraguayo con gran trayectoria en el fútbol brasilero y pasado en la selección de Paraguay.

Por una cuestión u otra, porque el mediocentro cordobés decidió llegar al Huracán de Ángel Cappa y porque el guaraní venía con el pase en su poder, tras una estadía en el Portuguesa carioca, decantaron por contratar a Gavilán, de 28 años, con experiencia en la absoluta de su país y con dos mundiales encima: Corea-Japón en el 2002 y Alemania 2006.

Su arribo, debido a la basta pericia que tenía en el ambiente futbolero, su paso por la selección y el hecho de ser el segundo jugador de su nacionalidad en llegar a la Premier League –el primero fue  Ramón Hicks- hacían ilusionar en formar un mediocampo competitivo para aquel campeonato que comenzaba con un Vélez afilado de local y la siempre difícil provincia tucumana.

Su estadía en Alsina y Bochini debía, en teoría, perdurar 18 meses, con una opción de 500.000 dólares en caso de que el diablo quisiese contar con un soldado más en sus filas. Sus malas actuaciones, el flojo nivel que supo demostrar en el verde césped y la poca continuidad que tuvo durante su paso, hicieron que el Tolo optara por otro jugador en la mitad de la cancha y, este, quede relegado.

Un año en el club, con arribo el 7 de febrero y fecha de partida en diciembre, cinco partidos jugados y el recelo de la gente ante sus malas actuaciones y lesiones, hicieron que optara por sacar un pasaje sólo de ida hacia su tierra natal, para jugar en el Olimpia.

Un hecho que merece destacar es que, como profesional, cometió el acto de la traición hacia sus clubes en dos oportunidades: primero, luego de ser futbolista del Internacional de Porto Alegre, y un fugaz paso por Newell`s, decidió unirse a las filas del Gremio de la misma ciudad brasilera, lo que generó el repudio de los hinchas. Además, el canterano surgido de Cerro Porteño, en donde estuvo dos años, optó en el ocaso de su carrera por el rival de toda la vida. Una pena que no hizo lo mismo con nuestros vecinos, aunque estuvo cerca. Antes de llegar al Rojo, el entrenador de Racing, Juan Manuel Llop desestimó su llegada, luego de que el propio futbolista se postulase para ponerse la celeste y blanca. 

En el 2016 comenzó su etapa como entrenador en el Deportivo Capiatá. En el 2017 jugará la Copa Libertadores, en donde ya avanzó dos fases, primero ante Deportivo Táchira y luego ante Universitario de Perú, en busca de meter al escobero, en los primeros planos a nivel continental.

Nuevamente me permito lector, dudar de la originalidad y en el lugar en el que debe ser publicado este post. Por aquellos que parecieron y no fueron, los que iban a llegar y no lo hicieron. Por Gavilán y la historia de Capiatá que, a favor de los Capiateños, su corta trayectoria en la elite, lo hace no tener un clásico claro. Sino, ustedes ya saben el resto…

jueves, 9 de febrero de 2017

Emmanuel Culio



La incógnita que nos convoca en esta ocasión es si podemos considerar traición a una de carácter imperceptible. Que exista una deslealtad tan minúscula que no pueda siquiera notarse, y que quede sepultada en algún subsuelo de la historia. Porque, seamos francos, muy pocos hinchas del Rojo recordamos que alguna vez Emmanuel Culio pasó por nuestro equipo. Mucho menos tenemos presente que, una vez concluida su fugaz estadía por estos pagos, Emma (?) emigro a... Racing Club.

El caso de hoy comienza en el invierno del 2005. Después de formarse y disputar su primer torneo en Flandria y aproximar su trayectoria en la máxima división vistiendo la casaca de Almagro, arribó al Independiente de Julio Cesar Falcioni con 21 abriles. Se trataba de una apuesta al futuro dentro de un equipo que le daba cada vez más protagonismo a jóvenes promesas como Oscar Ustari, Martín Fabro y un tal Sergio Aguero. El panorama era, en mayor o menor medida, promisorio.

Faltaba un día para que cumpliera los 22 cuando recibió la convocatoria al banco de suplentes para el debut rojo en el Apertura 05': Visita al Club Atlético Lanús, en La Fortaleza, para nada fácil para el inicio del Independiente JCF edition.

Un Picolas Frutos iluminado clavó un doblete, que se complementó con tantos de Matas Manrique y Lucas Pusineri. 4 a 2 a favor marcaba el resultado cuando a cinco minutos del final se dio el ingreso de Culio por el "Kun", para así integrar el mediocampo junto con el mencionado Fabro. Pusi, Esteban Buján y Lucas Biglia. Desde el césped vivió el victorioso génesis de aquel torneo.

Pero con la furia del tiempo toda oportunidad en el horizonte se disipó. Jamás Culio volvería a calzarse la casaca del Rojo de forma oficial. Para el invierno del 2006, nuestro protagonista se vio obligado a buscar un nuevo hogar. Cruzar de vereda fue la opción mas potable que encontró.

"Voy a otro club grande", deslizó ante los medios en su afán de quedar bien con Dios y con el Diablo, valga la ironía. Casi sin que nos enteremos, Culio se afilió a nuestros rivales de toda la vida. Pero no despertó ira en ningún alma de este lado. Probablemente hoy pueda caminar tranquilo por Avellaneda y nadie le reclame su decisión realizada más de una década atrás. En Racing tampoco encontró su lugar, plasmando a posterior una extensa trayectoria en el fútbol europeo, mostrando su juego en Rumania, Turquia y España.

Lo curioso es que, en el país ibérico, protagonizó un curioso incidente a comienzos del 2016, cuando fue presentado como el nuevo fichaje del Real Zaragoza. Resulta que Culio le hizo honor a su apellido (?) y vistiendo la casaca de Las Palmas, su equipo anterior, le dedicó un ascenso a Ranko Popovic, ex DT de su nuevo conjunto, alegando que dicho hombre se iba para su casa con una parte intima rota. Su primer cara a cara con la afición fue, entonces, un desastre, recibiendo abucheos e insultos por doquier. La noticia, desde ya, llegó a la Argentina, y el video de su presentación se tornó viral.

Nadie le reclamó, sin embargo, su joven traición a Independiente. Y de seguro ya no es necesario. El fútbol encuentra su equilibrio por instantes. Y este es un claro ejemplo.

lunes, 6 de febrero de 2017

Roberto Carboni

Roberto Carboni: Foto archivo, "En una Baldosa".

Un nuevo caso del “trotamundismo”. Otro de los tantos jugadores que, luego de dar algunas pruebas en su club natal o de menor envergadura, buscando llamar la atención de propios y extraños para dar a conocer sus dotes futbolísticos, deciden emigrar a ligas de menor relieve para así tener mayor continuidad.

Ocho de abril de 1985. El barrio de Bernal fue la cuna del que sería un nuevo proyecto de futbolista profesional. Zurdo él, encuadrado en la zona medular del campo de juego, ya desde divisiones inferiores, con características para el traslado de balón y hacer de hilo conductor entre el medio y los de arriba, Roberto Carboni llegaría de pequeño a las inferiores de Independiente con el fin de depositar allí sus sueños de grandeza y gloria.

“Un joven jugador de fútbol más que interesante“, “una real promesa del fútbol argentino“, las declaraciones de los empresarios afines a este juvenil –recopilación de “En una baldosa”- , que no dudaban en resaltar los dotes potenciales que el “enganche” poseía. En épocas en donde Sergio Agüero comenzaba a dar sus primeras gambetas en la siempre recordada “Doble Visera”, los afines a este chico lograron encargarse en decir que era un compañero ideal para el crack que debutó de la mano de Oscar Ruggeri.

El año 2004 vería como, de la mano de José Omar Pastoriza, Carboni comenzaba a dar inicio a su carrera como profesional. Dueño de la camiseta número 31, durante el paso que tuvo por el club, compartió vestuario con varios juveniles que pasearon sin pena ni gloria por aquellos tiempos: Emanuel Rivas, Maximiliano Ayala, Fernando Lorefice, entre otros, fueron partícipes de aquella camada, en donde pocos lograron asentarse.

Durante el ciclo del Pato llegó a disputar seis encuentros por el torneo local, sin participación en la Copa Libertadores de aquel año, en donde marcó un gol ante Nueva Chicago, equipo condenado al descenso. Daniel Bertoni asumiría como nuevo deté, pero sin darle chances para mostrarse a este canterano que apenas disputó dos partidos durante esta gestión.

Julio Cesar Falcioni llegaba entonces en el 2005. Durante su estadía en el predio de Villa Domínico, y en complicidad con la comisión directiva de Julio Comparada, decidieron hacer una limpieza profunda del plantel que estaba. Juan Carlos Montoya, Franco Cángele, José Flores –entre los experimentados- y jóvenes como Tomás Charles, junto al mencionado Carboni, entre otros, tuvieron que emigrar a nuevas tierras en busca de mayor rodaje.

All Boys lo cobijó durante un año, en busca de agarrar confianza y ritmo. Sin embargo los flojos rendimientos, hicieron que tenga que buscar club de nuevo y la liga venezolana aparecía en el horizonte con un futuro prometedor. Estudiantes de Mérida en 2006 y Deportivo Anzoátegui, hasta el 2008, serían los afortunados de poder ver la zurda del hombre que partió de su tierra natal.

A partir de allí varios clubes, en el viejo continente y Sudamérica, se hicieron con los servicios del oriundo del sur del gran Buenos Aires: Deportivo Cuenca de Ecuador (2008); Chernomorets Burgas de Bulgaria (2009-2010); APOP Peyias de Chipre (2011); el Lobos BUAP mexicano (2011); FBC Melgar de Peru (2012-2013); Nacional Potosi de Bolivia en 2013 y CD Luis Ángel Firpo de la liga de El Salvador en 2014, fueron los destinos en el periplo deportivo de Roberto.

El saldo en el rojo, deja ocho cotejos, entre los cuales en la mayoría comenzó desde el banco, dos goles, seis técnicos y un clásico veraniego ganado ante Racing, en Salta, convirtiendo un gol de penal, antes de comenzar su travesía por el globo del fútbol. 

domingo, 5 de febrero de 2017

Emanuel Bocchino



Nuestro homenajeado de esta oportunidad adquiere matices que por momentos se asemejan a la ciencia ficción. Y no se trata de un futbolista que decidió optar por un destino excéntrico donde jugar a la pelota, ni tampoco de algún freak de pantalones cortos que portó rarezas en el campo de juego. La extrañez del defensor Emanuel Bocchino parte desde su génesis. Y para eso no basta con remontarse a sus épocas en la pensión de Independiente, esperando la oportunidad de debutar en la máxima división. Nada de eso: Deberíamos calar más hondo e ir a su más temprana infancia. E incluso un poco antes.

Bigand, un pueblo del sur santafesino escondido entre carreteras y caminos de tierra, durante los años ochenta. Los escasos miles de habitantes que transitan sus calles, comercios, escuelas y plazas viven una rutina puntual y explícita. Un oficial de policía merodea las cuadras semi-vacías. Un grupo de chicos apuran la compra de figuritas en un kiosco para ir a la única escuela que hay allí. La cantina principal posa en su frente un pizarrón gastado que anuncia el platillo del día. El sol brilla y las palomas picotean las baldosas. Normalidad podría ser la palabra exacta que describa la escena. Pero a partir de una noche, todo parece tornarse más extraño y confuso. ¿Qué sucedió?

"¡Luces en el cielo!" gritaban los incrédulos bigadenses testigos de lo que la velada había deparado para el pueblo. Era verano, 26 de Enero de 1987 para ser más exactos, por ende a las diez de la noche algunos recién empezaban a saborear su cena y ciertos jóvenes aún jugaban en las calles. De un momento para el otro, todo el vecindario estaba en la calle. Sus ojos miraban hacia la nada nocturna. En ella, una indescifrable masa rojo-amarillenta se movía lentamente por el firmamento. Por instantes se escondía entre nubes de noche que anunciaban una tormenta. Realizó algunas reapariciones por varios minutos y luego se perdió en un océano de oscuridad. Y si bien la racionalidad intentaba establecerse en la mente de los habitantes de aquel lugar, el frío miedo a lo desconocido se respiró hasta altas horas de la madrugada en las casas de Bigand.

La ausencia de una tecnología a mano que capturara el momento y la distancia que poseía el pueblo de los grandes centros hizo que la extraña experiencia quedara sepultada en el inconsciente de los vecinos. Treinta años pasaron ya de aquel hecho y lo único que se puede recuperar, navegando en internet, es un recorte del diario La Nación con el que dieron los muchachos de Cata Ovni Argentino, el cual relata el fenómeno. Hay quienes juran y perjuran que aquel fue un verano diferente al resto. Que personas nunca antes vistas en el pueblo se paseaban de forma errática por las calles y que vehículos de vidrios ahumados patrullaban en las noches las afueras del sitio. Todo queda reprimido en algún rincón de la historia de Bigand. Muchos de los chicos que observaron las luces extrañas en el cielo ya han dejado el pueblo hace décadas para buscar mejor suerte en la ciudad. Y algunos pueblerinos testigos del caso poseen una edad demasiado avanzada ya como para recordar con exactitud que pasó. Pero resulta imposible no sentir que estamos leyendo un impensado guión de una versión argentina de Stranger Things. Los condimentos están casi todos. Careceríamos de la aparición de una Eleven, gestada desde la extrañeza de los sucesos para dar cuerpo a nuestro relato. Y aquí es donde todo se pone aún más interesante.

Poco más de un año había pasado de aquella experiencia ¿paranormal? cuando llegó al mundo Bocchino, nacido y criado en Bigand. La concepción de su persona era apenas un tema que sus padres se encontraban analizando cuando el cielo del pueblo se tiñó gracias a la mencionada aparición luminaria. Pero es imposible no imaginar, fantasear más bien, con una especie de conexión: Que aquella luz rojo-amarillenta era el vaticinio de los tiempos más extraños de sus vidas, que tiempo más tarde un elegido llegaría al mundo desde un lar ajeno a cualquier percepción humana, transeúnte de una galaxia a años luz de nosotros, que hizo contacto por alguna casualidad cósmica con aquella porción de Santa Fe. 

Y, en efecto, Bocchino creció, pero no se transformó en ninguna clase de Eternauta. Y de haberlo hecho, lo disimuló bastante bien. Porque su vida la dedicó al fútbol, mostrando dotes con la redonda en las plazas de su pueblo y probando suerte en nuestro Independiente, donde haría inferiores y arribaría al debut con 20 años, en la derrota 2 a 1 con Arsenal de Sarandí en cancha de Racing, disputando un encuentro correspondiente a la última fecha del Apertura 2008. En aquella ocasión, nuestro protagonista compartió una polémica (?) línea de cuatro con Mariano Viola, Ángel Puertas y Matías Di Gregorio. Jugó los noventa minutos y vió la tarjeta amarilla. 

Si bien durante el verano del 2009 tuvo algo de acción en encuentros veraniegos, el entrenador en aquel entonces, Miguel Ángel Santoro, prácticamente no lo tenía en cuenta. Un único cotejo es, entonces, el que registra en El Rojo, desvinculándose definitivamente en aquel año para así buscar suerte en las profundidades del ascenso. Hoy es parte de equipo boliviano del Blooming, palabra que en nuestra lengua significa algo así como "florescente". Como aquellas luces en el cielo de Bigand, durante esa extraña velada de los 80'...