Si una situación similar aparecería en una película,
rechazaríamos a la misma por tener un argumento demasiado endeble: Un arquero
lesionado es algo posible, dos arqueros lesionados es mala suerte, pero tres
arqueros lesionados es casi ciencia ficción. Y si todo esto sucede en un mismo
plantel en tan solo un puñado de semanas, claramente la dicha no está de
nuestro lado.
La última fecha del Clausura 2011 estaba teñida de rumores
sospechosos. Un Independiente de una digna campaña (6 PG, 8 E, 4 P) disputaba la
misma con la mirada puesta más bien en la Suruga Bank futura a disputar en
tierras asiáticas y en un segundo semestre que incluiría mucha más actividad
copera. Sin embargo, la jornada final de ese torneo nos pondría frente a
Huracán, conjunto que estaba luchando junto a Quilmes, Olimpo, Gimnasia La
Plata y River Plate. Escuadra que, dato no menor, había visto nacer y portaba
como uno de sus hinchas más fieles a Antonio Mohamed, entrenador de El Rojo en
aquel entonces. Quemeros, quilmeños, bahienses, triperos y millonarios tenían
chances matemáticas de salvarse del descenso directo ó de la promoción, según
cada respectivo caso, por ende la 19na fecha de aquel campeonato promovía una
definición estrecha y agónica. Dos conjuntos dirían adiós y otros dos deberían
jugar ida y vuelta para demostrar que aún merecían una nueva estadía en la
máxima categoría.
Entonces Independiente asimilaba un rol de actor de reparto
en aquella trama de definiciones, permanencias y adioses. Rápidamente una frase
de Mohamed dicha meses antes al partido contra El Globo gestó cierta polémica
en torno al match: “Antes de hacer descender a Huracán me voy del país”. Atenuó
ese comentario aclarando que “Regalar puntos sería una deslealtad”. Pero no fue
suficiente. La fecha se aproximó, Huracán estaba sumamente comprometido con el
promedio y la enfermería de Independiente comenzaba a estar repleta de
guardavallas. El primero en caer fue Fabián Assmann. Acto seguido, tras una
gira con la Selección, Adrián Gabbarini requeriría reposo. Hilario Navarro,
arquero titular, caería en las inmediaciones de la última fecha, afectado por
una lesión en la pierna derecha. Cual capítulo de Los Simpsons en cual las
superestrellas de Montgomery Burns sufren diversos incidentes que le impiden
disputar el juego de baseball, a El Rojo se le habían lesionado el meta
titular, su próximo sustituto y el tercer arquero que completaba el trío.
Increíble pero real, se debería recurrir al tercer arquero: Un debutante, y
hasta entonces desconocido, Diego “Ruso” Rodríguez. Ricardo Caruso Lombardi,
técnico de Quilmes, estalló: “¡¿Cómo se van a lastimar tres arqueros?! No
jodamos…”. Con o sin sospechas, la jornada definitiva arribo e Independiente
demostró, en cancha, que las acusaciones de RCL eran puras falacias.
Ante la mirada apagada de Mohamed, y con Rodríguez parado
bajo los tres palos (el suplente fue Facundo Dafoncchio) el equipo le propinó
una paliza a Huracán: Fue un 5 a 1 que incluyó un doblete de Patricio
Rodríguez, y tantos restantes de Andrés Silvera, Facundo Parra y Leonel Núñez.
La visita descontó por medio del punto penal gracias a Javier Cámpora, quien
anteriormente había errado otra pena máxima a su favor. El Globo fue un sinfín
de errores y desesperación, alimentados por la expulsión de su arquero Gastón Monzón
por mano fuera del área, diversos errores defensivos y un Carlos Babington
abandonando el palco presidencial con las cosas 3 a 0.
El inédito guardavalla Rodríguez cumplió con una sobria
actuación. Adivinó el palo de Cámpora en en el primer penal que este ejecutó,
el cual fue errado. No tuvo sobresaltos ante un equipo desorganizado y de
escaso peso ofensivo.
A pesar de la buena exhibición de su equipo, Mohamed
empatizaba con los destruidos rostros de los jugadores de Huracán, asumidos en
la tristeza mientras comenzaban a asimilar la caída en la segunda división.
Pero una secuencia de hechos sucedidos en simultáneo a la goleada desencadenarían
lo impensado: Un final feliz para ambas partes. Porque, por un lado, la
revelación del torneo, el Olimpo de Omar De Felippe, venció de visitante por 1
a 0 al descendido Quilmes de Caruso. Los aurinegros lograban la permanencia
definitiva. En La Plata, Gimnasia vencía por 2 a 1 a Boca Juniors, motivando
así el descenso de Huracán y la promoción para El Lobo. El partido culminaba.
En territorio platense ya era conocida la derrota quemera, por lo cual los
festejos triperos comenzaron: El Globo estaba virtualmente descendido. Pero
todo cambiaría en fracciones de segundo. En el último minuto de descuento de
Gimnasia- 2 Boca- 1, un centro en diagonal fue direccionado por el inoxidable
Martín Palermo hacia Christian Cellay, justamente un jugador surgido y criado
en el conjunto de Parque Patricios. 48’ ST rezaba el marcador de la televisión
cuando este defensa clavó el empate xeneize. Los hinchas de El Lobo pasaron del
cielo al inferno en un instante. La palabra del gol de Cellay comenzó a
correrse por todas las emisoras, hasta arribar a los derrotados oídos de los
hinchas de Huracán: El milagro se había dado, Gimnasia no había podido con
Boca, obligando, por reglamento, a disputar un partido definitorio a por un
lugar deseado en la promoción y otro indeseado en el descenso entre triperos y
quemeros.
Mientras todo esto sucedía, los jugadores de Independiente
se duchaban y cambiaban en el vestuario de El Libertadores de América, pensando
en unas vacaciones y, a futuro, en un nuevo semestre. Dicen los que saben que
varios, sin embargo, estaban abrazados a Antonio Mohamed, quien estalló en
llanto emotivo cuando se enteró que Huracán mantenía aún viva sus chances de
permanencia. Y es que, damas y caballeros, el primer amor nunca se olvida,
aunque pasen los años, las etapas y aunque incluso conozcamos a una persona que
nos cambié aún más la vida.
(Anteriormente on-line en Siempre Independiente)
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