viernes, 16 de junio de 2017

Matías Vuoso

Los milenials son un verdadero dolor de cabeza. Hurgar en los archivos nos lleva a la inevitable conclusión de que los canteranos que surgieron de nuestros predios padecieron el ostracismo total en clubes de menor envergadura, o provocaron un desapego total por la institución. ¿Cabe aquí preguntarse por el famoso sentido de pertenencia? Es muy subjetivo. De lo que sí estamos seguros, es que es difícil conseguir casos en donde juveniles propios la rompen, poseen una carrera exitosa y regresan con todos los honores. Apenas una pequeña porción de este gran tanque devorador de sueños e ilusiones, rozan ese pedestal, con Sergio Agüero como máximo exponente de la excepción a la regla.

Pero no es este debate de regreso al lugar nativo el que nos convoca. Nos caracterizamos, en Independiente Inédito, por acercarles a ustedes aquellos casos pocos conocidos o reconocidos, que tuvieron una serte dispar a la hora de beneficiar la suerte de Independiente. Nos adentramos en una historia más de estos profesionales a los que llamaremos también como Generación Y, en donde el camino deseado, distó del ideal.

Vicente José Matías Vuoso –o Matías como abrevio más amistoso- es uno de los jóvenes talentos que encandiló a los hinchas, recogió el pronto cariño e hizo arder de rojas las palmas de los rojos que se alistaban para la reunión ceremonial de cada domingo. Delantero de cualidades explosivas, eje de área y romperedes son las características más sobresalientes de aquel muchachito que, precoz todavía en el mundo de la redonda, tuvo la suerte de tener su bautismo de carrera el 6 de agosto del 2000, en un poco anecdótico empate ante Almagro, pero que servirá para contextualizar el relato que nos reúne.

Dos temporadas, entre el C.A.I modelo ’00 y el ’02, le valieron de experiencia para tener una transferencia al viejo continente, por una jugosa suma de 3.500.000 de libras esterlinas. El Manchester City –distante de la realidad actual- empezaba a diagramar su plan estratégico para consolidarse como potencia y codearse en los primeros planos a nivel internacional y vio en el argentino el delantero de área que estaba buscando. Sin cotejos en su haber –mucho menos con anotaciones- recaló en el Santos Laguna de México, en donde comenzó su verdadero idilio de amor con el balompié.

En la tierra de los tacos y burritos es donde se consolidó como el verdadero galán en una telenovela que tenía como escenario principal un estadio de fútbol. Una Interliga en el 2004 y una conquista en el torneo de primera división en el 2008, sumados a dos títulos personales como máximo artillero, generó un verdadero “Amor a la mexicana…”.

Trece años compitiendo en el máximo nivel del país centroamericano, le valieron la nacionalización y convocatoria a la Selección Tricolor, en donde repartió doce escollos entre amistosos, eliminatorias y una Copa América, para registrar un total de seis anotaciones. Mientras tanto, a nivel clubes, deambulaba entre el Santos, América, Atlas, Chiapas y Cruz Azul, mientras desde Avellaneda lo tanteaban de reojo para conocer su situación en cada mercado de pases.

El primer punto de quiebre llega en la temporada 2013/2014. En un momento de nuestra historia que ni siquiera queremos nombrar, el primer apuntado al regreso para solidarizarse era el Toro, aunque sin los mismos ánimos desde el otro lado.

“Me llamaron una vez con Comparada y no se dio por cuestiones familiares. No crean todo lo que dicen. Molesta que se hablen cosas que no son y no sé por qué lo hacen. En algún momento pensé volver, pero estoy muy arraigado a mi familia acá. Pero si volviera al país, sólo sería a Independiente y no sería por plata”, soltó Vuoso, intentando aclarar un panorama más que difuminado para el hincha.

Mediados del 2016 llegaría y el propio jugador, con ánimos de reencontrarse con la pasión argenta, empezó su campaña para ser bien recibido por el club que lo formó. “En la Argentina mi prioridad es Independiente. Me interesa mucho que pueda dirigirme Gabriel Milito”, exclamó, ante un llamado que no fue respondido. El puesto de centrodelantero estaba cubierto y recaló en Talleres de Córdoba, donde poco pudo hacer.


Hoy, con el combustible a cuentagotas, despunta sus últimas apariciones en el Correcaminos mexicano, como no podía ser de otra manera. Sus números en Alsina y Bochini dejan 73 apariciones, 15 goles, tres millones y medio de libras bien invertidas (?), el alimento de este tabú de lo difícil que es encuadrar para los talentos benjamines de este milenio. 

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