Los milenials son un verdadero dolor de
cabeza. Hurgar en los archivos nos lleva a la inevitable conclusión de que los
canteranos que surgieron de nuestros predios padecieron el ostracismo total en
clubes de menor envergadura, o provocaron un desapego total por la institución.
¿Cabe aquí preguntarse por el famoso sentido de pertenencia? Es muy subjetivo.
De lo que sí estamos seguros, es que es difícil conseguir casos en donde
juveniles propios la rompen, poseen una carrera exitosa y regresan con todos
los honores. Apenas una pequeña porción de este gran tanque devorador de sueños
e ilusiones, rozan ese pedestal, con Sergio Agüero como máximo exponente de la
excepción a la regla.
Pero no es este debate
de regreso al lugar nativo el que nos convoca. Nos caracterizamos, en Independiente Inédito, por acercarles a
ustedes aquellos casos pocos conocidos o reconocidos, que tuvieron una serte
dispar a la hora de beneficiar la suerte de Independiente. Nos adentramos en
una historia más de estos profesionales a los que llamaremos también como Generación Y, en donde el camino
deseado, distó del ideal.
Vicente José Matías
Vuoso –o Matías como abrevio más amistoso- es uno de los jóvenes talentos que
encandiló a los hinchas, recogió el pronto cariño e hizo arder de rojas las
palmas de los rojos que se alistaban para la reunión ceremonial de cada
domingo. Delantero de cualidades explosivas, eje de área y romperedes son las
características más sobresalientes de aquel muchachito que, precoz todavía en
el mundo de la redonda, tuvo la suerte de tener su bautismo de carrera el 6 de
agosto del 2000, en un poco anecdótico empate ante Almagro, pero que servirá
para contextualizar el relato que nos reúne.
Dos temporadas, entre
el C.A.I modelo ’00 y el ’02, le valieron de experiencia para tener una
transferencia al viejo continente, por una jugosa suma de 3.500.000 de libras esterlinas.
El Manchester City –distante de la realidad actual- empezaba a diagramar su
plan estratégico para consolidarse como potencia y codearse en los primeros
planos a nivel internacional y vio en el argentino el delantero de área que
estaba buscando. Sin cotejos en su haber –mucho menos con anotaciones- recaló
en el Santos Laguna de México, en donde comenzó su verdadero idilio de amor con
el balompié.
En la tierra de los
tacos y burritos es donde se consolidó como el verdadero galán en una
telenovela que tenía como escenario principal un estadio de fútbol. Una
Interliga en el 2004 y una conquista en el torneo de primera división en el
2008, sumados a dos títulos personales como máximo artillero, generó un
verdadero “Amor a la mexicana…”.
Trece años compitiendo
en el máximo nivel del país centroamericano, le valieron la nacionalización y
convocatoria a la Selección Tricolor,
en donde repartió doce escollos entre amistosos, eliminatorias y una Copa
América, para registrar un total de seis anotaciones. Mientras tanto, a nivel
clubes, deambulaba entre el Santos, América, Atlas, Chiapas y Cruz Azul,
mientras desde Avellaneda lo tanteaban de reojo para conocer su situación en
cada mercado de pases.
El primer punto de
quiebre llega en la temporada 2013/2014. En un momento de nuestra historia que
ni siquiera queremos nombrar, el primer apuntado al regreso para solidarizarse
era el Toro, aunque sin los mismos
ánimos desde el otro lado.
“Me
llamaron una vez con Comparada y no se dio por cuestiones familiares. No crean
todo lo que dicen. Molesta que se hablen cosas que no son y no sé por qué lo
hacen. En algún momento pensé volver, pero estoy muy arraigado a mi familia
acá. Pero si volviera al país, sólo sería a Independiente y no sería por plata”,
soltó Vuoso, intentando aclarar un panorama más que difuminado para el hincha.
Mediados del 2016
llegaría y el propio jugador, con ánimos de reencontrarse con la pasión
argenta, empezó su campaña para ser bien recibido por el club que lo formó. “En la Argentina mi prioridad es
Independiente. Me interesa mucho que pueda dirigirme Gabriel Milito”, exclamó, ante un llamado que no fue respondido. El puesto de
centrodelantero estaba cubierto y recaló en Talleres de Córdoba, donde poco
pudo hacer.
Hoy, con el combustible a cuentagotas, despunta sus
últimas apariciones en el Correcaminos mexicano, como no podía ser de otra
manera. Sus números en Alsina y Bochini dejan 73 apariciones, 15 goles, tres
millones y medio de libras bien invertidas (?), el alimento de este tabú de lo
difícil que es encuadrar para los talentos benjamines de este milenio.
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