sábado, 24 de junio de 2017

Esteban Fuertes

Vamos a ir directo y al grano. Nos cuesta en Independiente Inédito discernir, en ciertas ocasiones, en donde debemos encasillar algunas de nuestras notas. Y esto pasa porque, a veces, ciertos elementos de algunas columnas se mezclan con algunos otros  de una sección aparte en este mundo de escritura cibernética y, en este limbo, nos situamos en este momento, porque en estas líneas enlazaremos el asombro que acarrea uno de los apellidos en la memoria del olvido para los hinchas, pero que vuelve de nuestro inconsciente cuando se torna una verdadera Piedra en el Zapato.

Esteban Fuertes, hombre nacido en Coronel Dorrego –tierra en donde los desfiles de carrozas y tropillas o jineteadas se mantienen vigentes- es la personificación de un expediente abierto y difícil de cerrar para la vida independentista. Representó una de las últimas generaciones de la década de los noventa que se formó en nuestro semillero, luego de pasar por el fútbol bahiense y por nuestro homónimo de su ciudad de origen. Darío Bonjour, su entrenador en la Liga del Sur, le vio el talento necesario que debe tener un nueve de estirpe y decidió llevarlo al lado Rojo de Avellaneda, para que haga las formativas y tenga su chance de presentarse en un grande.

Su debut en la primera división fue en 1991, perdido ya entre recortes de diarios que no aparecen, pero con páginas web que responden a nuestras consultas, y lo encuadran en un 19 de abril, en el empate 1 a 1 ante Ferro. La particularidad, es que apenas  un cuarto de hora duró con la roja puesta y debió naufragar en las divisionales menores y hacerse fuerte a base pelea. Al menos, el mote del Bichi nació en Alsina y Bochini: “Un compañero, Walter Boldorini, me empezó a decir ‘parecés el hermano de Borghi’, y me empezó a decir así”.

“Fue raro, porque sólo jugué 13 ó 15 minutos en Primera. Me fueron prestando hasta que llegó el momento de firmar contrato. Jugué en El Porvenir y en Los Andes”. El Aurinegro y el elenco de Lomas –elenco con el que logró el ascenso- supieron cómo resguardarlo en el seno de sus casacas. Demostró todo su potencial goleador, marcó 48 goles en 93 cotejos con ambas instituciones y regresó óptimo para colgarse la de Platense, punto de inflexión en el cual nos detendremos antes de continuar abordando este relato. En 1997, luego de su estadía en Vicente López, decidió jugársela a fondo, volver al sur del conurbano, pero a Racing, en épocas en donde uno podía ver a su hijo en el patio del colegio PIO XII (?).

Con la Academia, una temporada alcanzó, se dio el lujo de convertir en una edición del clásico local y tuvo su primera etapa en Colón de Santa Fe, lugar de sus amores y en donde rompió cuanta red quiso. Aquel 1997, sería año de polémicas. Sabaleros y Rojos se batían a duelo para vaticinar qué equipo clasificaría a la Copa Libertadores del próximo año. Pese a la protesta de todo el Diablo por una supuesta mala inclusión del Fuertes –por un atraso de pago en el rival de toda la vida- este fue testigo y autor material de la victoria de los santafecinos que dejaría a los nuestros con las manos vacías. Aún, resuenan en algunos revisionistas, historiadores y periodistas que presenciaron ese encuentro, que el inspector de A.F.A escribió su errónea incorporación, pero que Julio Grondona benefició al rojinegro. Cuestiones, aún, difíciles de corroborar.

El nuevo milenio llegaría y, lejos reanimar los ánimos amistosos entre hinchas y profesional, se haría presente un nuevo capítulo que haría mucho más tensa la relación. El Calusura modelo ’00 veía a los nuestros como animadores y perseguidores del líder River. El Rey quería llegar a la punta y debía verse las caras con Colón, conseguir los tres puntos y aguardar a ver qué pasaba con la banda. El resultado fue un adverso 3-2, con Fuertes decretando el tercer y último tanto, ahogando las posibilidades de campeonar al equipo craneado por Enzo Trossero.

Una breve estadía en Europa, deambulando las plantillas del Lens de Francia, el Derby Country inglés y el Tenerife español, bastaron para regresar a la argentina y volver a aparecer en los álbumes de figuritas, esta vez con la banda puesta. La bomba estalló cuando mantuvo charlas con los medios de comunicación y le puso picante al clásico venidero en 2002.

"Me da lo mismo la forma en que me reciban. ¿Si me motivan los insultos? No sé, lo que me motiva es ponerme esta camiseta. Siempre que jugué en frente me insultaron, pero es un problema de ellos, no mío. Lo que pasa es que están dolidos porque cada vez que jugué les hice goles, debe ser por eso la mala onda”, sostuvo en la previa, como augurio de una frase aún más polémica que haría irreconciliables las cosas: “"A Independiente lo tengo de hijo".

La provincia con forma de bota pasó a ser su lugar de vida. Pese a no ser natalicio de allí, encontró su lugar en el mundo, defendiendo esa casaca por ocho años, coronándose como máximo goleador y hombre con más presencias allí. Sería, verdugo y propulsor de la tan temerosa “Ley del Ex”, convirtiéndose en uno de los jugadores que más le marcaron a los arqueros que defendían el arco de la Doble Visera y sosteniéndonos como una de sus víctimas favoritas.


Sport Boys en 2013 y Escuela Deportiva Junin, en donde oficia como delantero y director técnico, son sus últimos eslabones de esta carrera de largos 26 años, en donde pasó absolutamente de todo. Fue nuestro por 900 segundos, se consolidó como rival, jugó para nuestro clásico y demostró toda su artillería en la meta que nos pertenece.

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