Vamos a ir directo y al
grano. Nos cuesta en Independiente
Inédito discernir, en ciertas ocasiones, en donde debemos encasillar
algunas de nuestras notas. Y esto pasa porque, a veces, ciertos elementos de
algunas columnas se mezclan con algunos otros
de una sección aparte en este mundo de escritura cibernética y, en este
limbo, nos situamos en este momento, porque en estas líneas enlazaremos el
asombro que acarrea uno de los apellidos en la memoria del olvido para los
hinchas, pero que vuelve de nuestro inconsciente cuando se torna una verdadera Piedra en el Zapato.
Esteban Fuertes, hombre
nacido en Coronel Dorrego –tierra en donde los desfiles de carrozas y tropillas
o jineteadas se mantienen vigentes- es la personificación de un expediente
abierto y difícil de cerrar para la vida independentista. Representó una de las
últimas generaciones de la década de los noventa que se formó en nuestro
semillero, luego de pasar por el fútbol bahiense y por nuestro homónimo de su
ciudad de origen. Darío Bonjour, su entrenador en la Liga del Sur, le vio el talento necesario que debe tener un nueve
de estirpe y decidió llevarlo al lado Rojo de Avellaneda, para que haga las
formativas y tenga su chance de presentarse en un grande.
Su debut en la primera
división fue en 1991, perdido ya entre recortes de diarios que no aparecen,
pero con páginas web que responden a nuestras consultas, y lo encuadran en un 19
de abril, en el empate 1 a 1 ante Ferro. La particularidad, es que apenas un cuarto de hora duró con la roja puesta y
debió naufragar en las divisionales menores y hacerse fuerte a base pelea. Al
menos, el mote del Bichi nació en
Alsina y Bochini: “Un compañero, Walter
Boldorini, me empezó a decir ‘parecés el hermano de Borghi’, y me empezó a
decir así”.
“Fue
raro, porque sólo jugué 13 ó 15 minutos en Primera. Me fueron prestando hasta
que llegó el momento de firmar contrato. Jugué en El Porvenir y en Los Andes”.
El Aurinegro y el elenco de Lomas –elenco
con el que logró el ascenso- supieron cómo resguardarlo en el seno de sus
casacas. Demostró todo su potencial goleador, marcó 48 goles en 93 cotejos con
ambas instituciones y regresó óptimo para colgarse la de Platense, punto de
inflexión en el cual nos detendremos antes de continuar abordando este relato.
En 1997, luego de su estadía en Vicente López, decidió jugársela a fondo,
volver al sur del conurbano, pero a Racing, en épocas en donde uno podía ver a
su hijo en el patio del colegio PIO XII (?).
Con la Academia, una temporada alcanzó, se dio
el lujo de convertir en una edición del clásico local y tuvo su primera etapa
en Colón de Santa Fe, lugar de sus amores y en donde rompió cuanta red quiso.
Aquel 1997, sería año de polémicas. Sabaleros
y Rojos se batían a duelo para
vaticinar qué equipo clasificaría a la Copa Libertadores del próximo año. Pese
a la protesta de todo el Diablo por
una supuesta mala inclusión del Fuertes –por un atraso de pago en el rival de
toda la vida- este fue testigo y autor material de la victoria de los
santafecinos que dejaría a los nuestros con las manos vacías. Aún, resuenan en
algunos revisionistas, historiadores y periodistas que presenciaron ese
encuentro, que el inspector de A.F.A escribió su errónea incorporación, pero
que Julio Grondona benefició al rojinegro.
Cuestiones, aún, difíciles de corroborar.
El nuevo milenio
llegaría y, lejos reanimar los ánimos amistosos entre hinchas y profesional, se
haría presente un nuevo capítulo que haría mucho más tensa la relación. El
Calusura modelo ’00 veía a los nuestros como animadores y perseguidores del
líder River. El Rey quería llegar a
la punta y debía verse las caras con Colón, conseguir los tres puntos y
aguardar a ver qué pasaba con la banda. El resultado fue un adverso 3-2, con
Fuertes decretando el tercer y último tanto, ahogando las posibilidades de campeonar
al equipo craneado por Enzo Trossero.
Una breve estadía en
Europa, deambulando las plantillas del Lens de Francia, el Derby Country inglés
y el Tenerife español, bastaron para regresar a la argentina y volver a
aparecer en los álbumes de figuritas, esta vez con la banda puesta. La bomba estalló cuando mantuvo charlas con los
medios de comunicación y le puso picante al clásico venidero en 2002.
"Me
da lo mismo la forma en que me reciban. ¿Si me motivan los insultos? No sé, lo
que me motiva es ponerme esta camiseta. Siempre que jugué en frente me
insultaron, pero es un problema de ellos, no mío. Lo que pasa es que están
dolidos porque cada vez que jugué les hice goles, debe ser por eso la mala onda”,
sostuvo en la previa, como augurio de una frase aún más polémica que haría
irreconciliables las cosas: “"A
Independiente lo tengo de hijo".
La provincia con forma
de bota pasó a ser su lugar de vida. Pese a no ser natalicio de allí, encontró
su lugar en el mundo, defendiendo esa casaca por ocho años, coronándose como
máximo goleador y hombre con más presencias allí. Sería, verdugo y propulsor de
la tan temerosa “Ley del Ex”,
convirtiéndose en uno de los jugadores que más le marcaron a los arqueros que
defendían el arco de la Doble Visera
y sosteniéndonos como una de sus víctimas favoritas.
Sport Boys en 2013 y
Escuela Deportiva Junin, en donde oficia como delantero y director técnico, son
sus últimos eslabones de esta carrera de largos 26 años, en donde pasó absolutamente
de todo. Fue nuestro por 900 segundos, se consolidó como rival, jugó para
nuestro clásico y demostró toda su artillería en la meta que nos pertenece.
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