martes, 20 de junio de 2017

Ciencia Ficción: El caso Ariel Rocha



Hay una palabra en el universo futbolístico que hace temblar al sinfín de jugadores que circulan en él, cotejo tras cotejo y entrenamiento tras entrenamiento, y esa es colgado. No hay más concentraciones ni partidos hasta nuevo aviso. Purgatorio donde se pierde el ritmo, se disminuye la cotización propia y se bordéa el vagabundeo en conjuntos o ligas que están lejos de cuadrar en nuestras expectativas. Nadie está exento: La estrella de élite alemana Mario Götze, aquel quien fuera verdugo de Argentina en la final del Mundial del 2014, a sus tempranos 25 años intenta sortear un malestar en su metabolismo, lo cual lo tiene alejado de los estadios desde hace meses. Contractualmente es un fantasma, ya que si bien figura en el papeleo del Borussia Dortmund como miembro de su primer equipo, sus pies no pisan el césped desde hace ya un largo tiempo. 


El año 2000 fue testigo del arribo de Ariel Rocha al arco del Club Atlético Independiente. A sus 26 años, había dado sus primeros pasos como profesional en Ferro, en donde se mantuvo casi una década y en donde estuvo próximo a arribar al centenar del partidos. En un Rojo que en el génesis del Siglo XXI no se caracterizó por hilvanar grandes campañas hasta la llegada de Américo Gallego, nuestro homenajeado logró hacerse con un nombre en el once titular a medida que peleaba el puesto con Oscar Passet, Damián Albil y Darío Sala. Era conocido su fanatismo por El Diablo, algo que articuló una buena relación con los seguidores del club. Se ganó la banca de la exigente popular independentista y dotó sus actuaciones algo sobrias con una personalidad carismática. Durante el 2001 usó en su buzo el dibujo de una pantera, algo que se remontaba a sus años en Victoriano Arenas, club donde hizo sus primeras armas en la valla. Dicho diseño en su indumentaria acompañó al apodo que se le asignó en el colectivo futbolero. 

Pero también convivían en la personalidad de Rocha una faceta solidaria que el arquero emergía en tiempos donde el país se encontraba sumergiéndose en una crisis económica letal, sustentando una oleada de miseria y austeridad a la que nuestro sujeto decidió no serle indiferente: "Soy un tipo de barrio, normal, nunca nos faltó nada. Me gusta ayudar a aquellos que no pueden acceder a cosas normales; tienen el mismo derecho el presidente argentino como el más pobre" y esbozaba una reflexión sobre la situación nacional que bien pudiera encajar en los cánones actuales: "El argentino perdió la dignidad, le da todo lo mismo, negocia todo y en la vida hay cosas innegociables, como los sentimientos y la dignidad. Hay gente que a la tarde no sabe si a la noche va a comer, es terrible. Yo me voy a morir en la mía, pobre o rico, pero defendiendo mis ideas. La gente está tan mareada que no entiende nada. Una persona que mata o que viola sale enseguida, y uno que roba un peso está diez años preso. Cuando se pierde la lógica, no se sabe lo que se quiere".

Quedaba claro que Rocha era algo más que un tipo parado bajo los tres palos y vestido en forma distinta a sus diez compañeros restantes. En sus palabras hilvanó también una fuerte crítica al sistema del fútbol, así como a la matriz política. Rocha aún no destapaba la olla, pero si asimilaba que lo que había adentro estaba putrefacto: "En el país y en el fútbol hay una hipocresía enorme. Siempre se dice lo que conviene y no lo que se piensa; hay mucha sanata para que la gente escuche lo que quiere oír. Si al Presidente no le alcanza la plata, como dijo, el chico de la vuelta de mi casa se tiene que matar. Muchos no serían presidentes, concejales o senadores si dijeran lo que piensan, porque este sistema corrupto no se los permite.".

Sin embargo, en este arte los resultados devoran a las palabras. Independiente realizó flojas campañas en los tiempos de AR en el arco: Finalizó 17mo en el Clausura 2001 y 10mo en el Apertura del mismo año, con el agregado de tener que ver desde dicha posición el título de Racing Club. En el clásico frente a dicho cuadro, Rocha cometería un error garrafal que le costaría a nuestro equipo los tres puntos. Con el match a favor por la mínima gracias a un tanto de Diego Forlan, un centro del rival hizo perder los estribos al arquero, que salió de forma imprudente a descolgar la pelota casi al borde del área, chocando con defensores propios y facilitando la tarea del futbolista Gabriel Loeschbor, que solo debió direccionar la bocha hacia el arco para que esta besara la red sin resistencia alguna. Fue la última jugada del partido. Sin poder justificar tamaña salida en falso, Rocha solo atinó a ver resignado el festejo racinguista. 

Pero no fue en vano lo dicho anteriormente respecto al vínculo de Rocha con la hinchada: En el encuentro posterior al derby, los fanáticos corearon su nombre en señal de apoyo, recibiendo otras muestras de cariño que rehabilitaron la confianza del guardavalla. El técnico Enzo Trossero también deslizó su visto bueno al jugador: "Va a seguir como titular". El protagonista de este post se responsabilizó por el blooper y no escatimó sensación alguna en su declaración a la prensa:  “Sé que le arruiné la fiesta a mucha gente, por lo que pido disculpas. Pero cometí el error de haber actuado como un hincha. Viví el partido con demasiada pasión, y eso me llevó a cometer el error del final”.


En el arribo del año 2002 es cuando esta historia se torna extraña. En la noche del 20 de Febrero, Rocha ataja por última vez con el Club Atlético Independiente: Derrota 2-3 en la visita a Newell's Old Boys. El Rojo había comenzado el partido ganado por 2 a 0 gracias a los tantos de José Luís Zelaye y Pablo Cuba, pero La Lepra consumó la remontada definitiva a diez del final, con algo de complicidad del arquero. Una lesión lo marginó del partido posterior, la victoria 2-0 ante Belgrano de Córdoba, donde Sala tomó el relevo. Y nunca más se volvería a saber de Rocha en el primer equipo. Recién a comienzos del 2003 -un año después al match frente a los rosarinos- se supo mediante la prensa que sería cedido a Nueva Chicago, en donde se mantuvo seis meses. No disputó partidos.

En Febrero del 2004, con dos años al hombro de carencia de minutos de juego, explotó la bomba: "Dirigentes de Independiente pedían plata para jugar". La voz de Rocha retumbaba en los auriculares de los conductores de Independiente de América, medio que se encontraba entrevistando al guardameta:  "No me lo podía callar más, sino sería un hipócrita". Cuando entró en colación la responsabilidad del presidente por aquel entonces, Andrés Ducantenzeiler, Rocha hilvanó: "Estos dirigentes dijeron que venían a trabajar por el club y lo único que hicieron es llevarlo a al desastre en el que se encuentra. Nadie sabe de que viven algunos dirigentes del club". Y concluyó: "Conmigo eso no pasó porque yo no vendí mi dignidad. Por eso no jugué en el club".

Desde la comisión directiva, se disfrazó a las declaraciones del arquero de cierto resentimiento por su ausencia en el primer equipo. Se balbuceó la posibilidad de una investigación que finalmente quedó en la nada y simplemente se esperó a que los tiempos de Rocha en Independiente llegaran de una vez a su fin, en la conclusión de su vínculo con la institución en el invierno del 2004. A sus espaldas, llevaba dos años y medio sin actividad, estando excluido de las pretemporadas y marginado del resto de sus pares por decisión de la CD. Su siguiente hogar, Arsenal de Sarandí, lo vió apagarse desde la oscuridad del banco de suplentes, relegado por Alejandro Limia.


No podemos ignorar, sin embargo, el peso que tuvieron las palabras de Rocha a nivel judicial. En este carácter, se reflejó que el arquero estaba en lo cierto: Una investigación del periodista Gustavo Veiga mostró como se había comprobado ante la justicia que el defensa Cristian Tavio había sido despojado de casi 60 mil pesos correspondientes a su prima, dinero que fue a parar a las arcas de la secretaría deportiva del club, comandada por Héctor Diz en aquel entonces, quien había sido expulsado de la institución alegando irregularidades en el manejo de pases de jugadores durante su gestión. La situación estaba tan podrida que los dirigentes se vieron obligados a mudarse a una nueva plataforma los limpiara e indultara tras los desastres de la era Ducantenzeiler: Así fue como comenzó a tomar peso el nombre de Julio Comparada, quien inició la transición hacia su propia administración hermanado y asesorado por los mismos hombres que Rocha asimilaba en su denuncia pública.




"No me costará retirarme, porque no dependo de las tentaciones que rodean a la pelota" decía Rocha en sus viejos buenos tiempos, en los que era el arquero titular de Independiente. Años más tarde, se alejaba de la actividad asqueado por el circo siniestro del cual no quiso ser parte. Su historia fue victima de haber decidido no callar ante el manejo impune y la corrupción interna. Y bien se sabe que el peor castigo que los poderosos pueden aplicar a quienes no obedecen su orquesta de impunidad y delitos, es transformar a uno en un parea, un fantasma, un inexistente. Un colgado, en términos futbolísticos. 


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