martes, 30 de mayo de 2017

Germán Pacheco



Hay un patrón interesante en la cultura mediática del fútbol. Salvo casos puntuales, cada vez que el periodismo bautiza a algún buen samaritano como el Nuevo Messi, simplemente no se convierte en Messi. Crudo pero real, el contexto de aquella amarillista maniobra de los medios de abrochar las características de algún zurdo habilidoso que juega con la 10 a la vara altísima de los dotes de La Pulga, es una exigencia caníbal. Y nuestro homenajeado de hoy lo padeció vivió.

Corría el invierno del 2010 y tras la salida de Américo Gallego como entrenador, Daniel Garnero tallaba a medida su Independiente de cara a un semestre de doble competición: Torneo local y Copa Sudamericana. El ataque era un sector a reforzar para el DT y desde la península ibérica arribaría uno de los refuerzos: Germán Pacheco era su nombre. ¿Su procedencia? Nada más y nada menos que el Atlético Madrid, equipo testigo de sus pasos a sus jóvenes 19 años, escuadra que lo había fichado tiempo atrás cuando pateaba la redonda en las inferiores de Vélez Sarsfield.

Existe una conexión Independiente-Atlético fomentada en los tiempos que corren debido al clamor por Sergio Kun Agüero, que podría llegar a la hermandad visible en camisetas del equipo español adquiridas por seguidores rojos en pos de tener el apellido Agüero a sus espaldas. Pero todo esto puede convidar a la distorsión del arribo de Pacheco a Avellaneda. La realidad era que GP no había logrado trepar al nivel de Messi, ni igualar la obra del Sergio Kun en el Aleti. Había despuntado el vicio estando cedido en el Rayo Vallecano y alternando participaciones en el Atlético B, filial del primer equipo. Su arribo a Independiente implicaba la necesidad de continuidad.

Su afán de hacerse un lugar como titular se fue apagando a medida que perdía terreno con Facundo Parra, Andrés Silvera y Martín Gómez. Recién mojaría -por vez primera y única con El Diablo- en la Fecha 13 del Apertura, marcando la igualdad en el Nuevo Gasómetro ante el San Lorenzo de Ramón Díaz. Una sola alegría en once encuentros disputados, estadística de escasa satisfacción que apuró su salida del Libertadores de América. Mientras vitoreaba la última conquista continental de Independiente, formando parte del plantel de aquel equipo campeón, se disponía a sus adentros a decir adiós.

La historia decidió que, en este presente que tenemos frente a nuestras narices, El Rojo y Pacheco se vuelvan a encontrar. A casi una década de su paso por aquí, a sus 26 abriles viste la camiseta de Alianza Lima de Perú, rival en la Copa Sudamericana 2017, obligándonos a estar atentos al posible despliegue de este atacante, amén de presenciar la siempre pícara situación de sed de revancha de alguien que anhela remediar lo que, sabe, no se hizo demasiado bien.

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