El homenajeado del día nos lleva al recuerdo de una joven promesa del fútbol argentino. Rosarino él, de cabellera tupida con forma de corte taza, zurdo, enganche y con divisiones inferiores en Newell`s Old Boys. Un pulgarcito, diez nato, con un pie izquierdo que hacía poner rojas las manos de los espectadores ante su talento innato. Uno al que llegaron a llamar “La zurda de Oro”, cuando apenas despuntaba el vicio del fobal en primera división. Hablamos de
El primer acercamiento entre el Rojo y aquel purrete
volante ofensivo de apenas 20 abriles se dio en el año 2000. Los rojinegros llegaban al sur del conurbano
bonaerense para enfrentarse con la entidad de Avellaneda, en pos de encontrar
una victoria que los coloque con nuevos tres puntos en su haber, apoyándose en
su estandarte futbolístico, el diez del equipo. El elenco visitante, comandado
por Andrés Rebbotaro, comandaba los hilos del cotejo al imponerse en el score
por dos a uno. Promediando el complemento, el dete adversario decide sacar al protagonista de esta historia y la
falange independentista -según cuentan los cronistas allí presentes- se
rompieron las palmas aclamando por el jugador. "Vení acá, pibe", atinó a soltar algún ojeador sentado en
su butaca de la antigua Doble Visera, que fue replicado por los dichos del
propio Manso post match: “"Ese día
hice un gol y jugué muy bien. Pensé que la gente se iba a enojar conmigo, pero
me aplaudió mucho. Fue muy lindo".
Tres años más tarde, el lazo de unión entre el
futbolista y la entidad avellanedense se haría aún más fuerte. En un episodio
al que muchos catalogan como confuso, relatan los que saben que N.O.B deseaba
contar con los servicios de Pablo Guiñazú, integrante de las filas del C.A.I,
pero con un fuerte rechazo de la comisión directiva, comandada por Andrés
Ducatenzeiler. Ante la insistente petición de los pares rosarinos, el mandamás
Duca vio la oportunidad del negocio y accedió a la concesión, a través de un
trueque, el cual incluía a Manso y al que dejaron ir sin pretexto alguno.
Para el segundo semestre de aquel 2003, el Piojo era uno más de los nuestros. Con
un equipo que mantenía a dos o tres campeones modelo ‘02, sumó a doce
futbolistas –todos en carácter de préstamo- se deshicieron de otros 14 y buscó
con, Oscar Ruggeri a la cabeza, afrontar el Apertura, la Copa Sudamericana y la
Libertadores del 2004. "Tenía muchas
ganas de jugar en un club grande y por suerte se me dio. Elegí bien",
exclamó Damián, de quien se habló durante toda la fría pretemporada, y que tuvo
un partido consagratorio (?) entre titulares y suplentes.
El debut llegó el tres de agosto. El Rojo, en
condición de anfitrión, recibía a Estudiantes de La Plata, con Carlos Bilardo
como coach, que mantenía un largo
invicto sin conocer la derrota. Aquel día, con un doblete de Jeremías Caggiano
y otro de Christian Giménez, el equipo del Cabezón
se impuso al Pincha y daba rienda
suelta a la ilusión, con un plantel con experimentados como Luis Islas, Hugo
Morález o José Luis Calderón, jóvenes promesas como la relatada en esta crónica
y otros talentos sobre los cuales no se tenía un augurio específico, como Rafael
Olarra, Félix Benito o Hernán Vigna, a modo ejemplificador.
Sin embargo, y pese al bautismo auspicioso que
incluyó una derrota recién en la octava jornada, la historia de nuestra Pulga comenzó a torcerse conforme fueron
transcurriendo los cotejos. La derrota 1-4 con River por la Sudamericana, dejó
al ex campeón del mundo en la cuerda floja, quien decantó por dejar la
conducción técnica, luego de la revancha ante el Millonario. "Consideramos que podemos perjudicar a gente que no
tiene nada que ver, como los dirigentes o los jugadores. Para mí, es un plantel
bárbaro. Se los dije a ellos. Hemos decidido dirigir mañana, como corresponde,
porque este era un encuentro de ciento ochenta minutos”, exclamó el DT, que
vivenció una nueva caída por 4 a 0 en el Monumental y dejó paso a la campaña de
Osvaldo Sosa.
El peregrinaje de Chiche tampoco fue de la mejor manera, ya que fue autor material de
la torcida de un barco, que tenía como destino sumergirse en el fondo de la
tabla de posiciones. Pese a la confianza depositada en el botín siniestro del
armador, los resultados adversos terminaron por sepultar las aspiraciones, ante
un equipo que consumó un nada decoroso decimocuarto puesto, con apenas 22
unidades, a 17 puntos del campeón Boca Juniors.
El calor de fin de año llegó y, con apenas una
temporada a cuestas en Alsina y Bochini, la CD y el profesional optaron por la
decisión de volver a su primer amor ligado al mundo de la redonda, en donde
conquistó un torneo local –con Américo Gallego como cráneo- y dio la vuelta
junto al Monumento a la Bandera.
Su saldo por estos lares, deja apenas un puñado de
25 cotejos, un gol ante Racing Club por la fecha quince, luego de un remate de Quinteros
que dio en el palo y lo encontró en el rebote, y la espera de un pibe de dorado
que no explotó.
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