jueves, 18 de mayo de 2017

Damián Manso


El homenajeado del día nos lleva al recuerdo de una joven promesa del fútbol argentino. Rosarino él, de cabellera tupida con forma de corte taza, zurdo, enganche y con divisiones inferiores en Newell`s Old Boys. Un pulgarcito, diez nato, con un pie izquierdo que hacía poner rojas las manos de los espectadores ante su talento innato. Uno al que llegaron a llamar “La zurda de Oro”, cuando apenas despuntaba el vicio del fobal en primera división. Hablamos de Lionel Messi Damián Manso, un joven producto de la cantera leprosa que, sin arribar a Avellaneda, ya tenía que ver con Independiente.

El primer acercamiento entre el Rojo y aquel purrete volante ofensivo de apenas 20 abriles se dio en el año 2000. Los rojinegros llegaban al sur del conurbano bonaerense para enfrentarse con la entidad de Avellaneda, en pos de encontrar una victoria que los coloque con nuevos tres puntos en su haber, apoyándose en su estandarte futbolístico, el diez del equipo. El elenco visitante, comandado por Andrés Rebbotaro, comandaba los hilos del cotejo al imponerse en el score por dos a uno. Promediando el complemento, el dete adversario decide sacar al protagonista de esta historia y la falange independentista -según cuentan los cronistas allí presentes- se rompieron las palmas aclamando por el jugador. "Vení acá, pibe", atinó a soltar algún ojeador sentado en su butaca de la antigua Doble Visera, que fue replicado por los dichos del propio Manso post match: “"Ese día hice un gol y jugué muy bien. Pensé que la gente se iba a enojar conmigo, pero me aplaudió mucho. Fue muy lindo".

Tres años más tarde, el lazo de unión entre el futbolista y la entidad avellanedense se haría aún más fuerte. En un episodio al que muchos catalogan como confuso, relatan los que saben que N.O.B deseaba contar con los servicios de Pablo Guiñazú, integrante de las filas del C.A.I, pero con un fuerte rechazo de la comisión directiva, comandada por Andrés Ducatenzeiler. Ante la insistente petición de los pares rosarinos, el mandamás Duca vio la oportunidad del negocio y accedió a la concesión, a través de un trueque, el cual incluía a Manso y al que dejaron ir sin pretexto alguno.

Para el segundo semestre de aquel 2003, el Piojo era uno más de los nuestros. Con un equipo que mantenía a dos o tres campeones modelo ‘02, sumó a doce futbolistas –todos en carácter de préstamo- se deshicieron de otros 14 y buscó con, Oscar Ruggeri a la cabeza, afrontar el Apertura, la Copa Sudamericana y la Libertadores del 2004. "Tenía muchas ganas de jugar en un club grande y por suerte se me dio. Elegí bien", exclamó Damián, de quien se habló durante toda la fría pretemporada, y que tuvo un partido consagratorio (?) entre titulares y suplentes.

El debut llegó el tres de agosto. El Rojo, en condición de anfitrión, recibía a Estudiantes de La Plata, con Carlos Bilardo como coach, que mantenía un largo invicto sin conocer la derrota. Aquel día, con un doblete de Jeremías Caggiano y otro de Christian Giménez, el equipo del Cabezón se impuso al Pincha y daba rienda suelta a la ilusión, con un plantel con experimentados como Luis Islas, Hugo Morález o José Luis Calderón, jóvenes promesas como la relatada en esta crónica y otros talentos sobre los cuales no se tenía un augurio específico, como Rafael Olarra, Félix Benito o Hernán Vigna, a modo ejemplificador.

Sin embargo, y pese al bautismo auspicioso que incluyó una derrota recién en la octava jornada, la historia de nuestra Pulga comenzó a torcerse conforme fueron transcurriendo los cotejos. La derrota 1-4 con River por la Sudamericana, dejó al ex campeón del mundo en la cuerda floja, quien decantó por dejar la conducción técnica, luego de la revancha ante el Millonario. "Consideramos que podemos perjudicar a gente que no tiene nada que ver, como los dirigentes o los jugadores. Para mí, es un plantel bárbaro. Se los dije a ellos. Hemos decidido dirigir mañana, como corresponde, porque este era un encuentro de ciento ochenta minutos”, exclamó el DT, que vivenció una nueva caída por 4 a 0 en el Monumental y dejó paso a la campaña de Osvaldo Sosa.

El peregrinaje de Chiche tampoco fue de la mejor manera, ya que fue autor material de la torcida de un barco, que tenía como destino sumergirse en el fondo de la tabla de posiciones. Pese a la confianza depositada en el botín siniestro del armador, los resultados adversos terminaron por sepultar las aspiraciones, ante un equipo que consumó un nada decoroso decimocuarto puesto, con apenas 22 unidades, a 17 puntos del campeón Boca Juniors.

El calor de fin de año llegó y, con apenas una temporada a cuestas en Alsina y Bochini, la CD y el profesional optaron por la decisión de volver a su primer amor ligado al mundo de la redonda, en donde conquistó un torneo local –con Américo Gallego como cráneo- y dio la vuelta junto al Monumento a la Bandera.


Su saldo por estos lares, deja apenas un puñado de 25 cotejos, un gol ante Racing Club por la fecha quince, luego de un remate de Quinteros que dio en el palo y lo encontró en el rebote, y la espera de un pibe de dorado que no explotó. 

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