El pasar de los
futbolistas colombianos por las tierras rojas dejará, sin ninguna duda,
pareceres ambiguos en el gusto del hincha. Esto deriva de que, de un lado de la
vereda, nos topamos con nombres como el de Faryd Mondragón o Albeiro Usuruaga,
varias veces campeones con la casaca del diablo y representativos de la
fanaticada roja, por pertenecer al último eslabón de la cadena consagratoria.
Por el contrario, más acá en el tiempo, nos topamos con quienes dejaron más
pálidas que buenas o, directamente, ningún tipo de sensación, debido a su
intrascendencia.
Alejandro Botero, Marco Pérez, Iván Vélez, Juan Caicedo o Fabián Vargas -además de proveernos material para
pasadas y futuras historias (?)- son algunos de los apellidos que componen este
último grupo, que comenzó a emerger desde la década del 2000, pasando a ser
Vargas el más, ¿querido?, por los hinchas, debido a su entrega y garra, en el
momento más crítico de la historia del elenco de Avellaneda.
El homenajeado de hoy,
es el último hombre, llegado de tierras cafeteras, que compone el conjunto de
los nimios, sobre quienes varios seguidores, llegaron a perder su rastro.
Hablamos de José Adolfo Valencia,
apodado como el Trencito, que pasó
por los lares rojos, sin pena ni gloria.
Con un apellido de
mucho peso en la espalda, tenía la difícil tarea de demostrar que el lugar que
ocupaba en el mundo de la redonda no le correspondía por el simple hecho de ser
hijo de Adolfo, el Tren, Valencia,
uno de los máximos profetas en su tierra, que ocupó lugares en plazas de
equipos de renombre como el Atlético Madrid o Bayern Munich, que pasó al umbral
de la gloria por representar a su selección en los mundiales correspondientes a
Estados Unidos, en 1994, y Francia en el ’98, y que tendrá un espacio en la
memoria de los argentinos por ser partícipe de la goleada por cinco a cero que
sufrió el combinado local, en la previa a la Copa del Mundo, a desarrollarse en
el país Galo.
El verano del 2014
catapultaría los sueños de José, ya que pasaría a formar parte de las filas de
uno de los equipos más representativos en Argentina: Independiente. Su gran desempeño
en Olimpo de Bahía Blanca, hizo que despertara la atención de Jorge Almirón y
pidiera contar con sus servicios. Un préstamo por un año, con una opción de
compra de 1.800.000 dólares por el cincuenta por ciento del pase, serían
suficientes negociaciones para que vista la divisa punzó y tenga una
presentación deluxe, en el “Libertadores de América”, con todas las copas
adornando el verde césped, y en conjunto con los otros siete refuerzos que
cayeron a Alsina y Bochini.
Su debut fue con victoria
y una sonrisa. A los 37 minutos del segundo tiempo ingresó desde el banco de
suplentes, para ser testigo de la victoria, en condición de visitante, ante
Newell´s, por tres a dos, lo que hacía parecer que la cumbia de su país pasaría
a ser habitué en las concentraciones y post entrenamientos.
Sin embargo, con el hoy
entrenador de Lanús, no encontró el lugar que deseaba, ya que corría detrás de
Lucas Albertengo. A pesar de todo, con un puñado de encuentros le alcanzó para
anotar su primer y único gol en el LDA. Frente a Olimpo, revalorizando la
inexorable Ley del Ex, convirtió uno
y marcó el camino a la contundente victoria ante los bahienses, por tres a uno.
La salida del
entrenador y el arribo de Mauricio Pellegrino complicarían aún más las cosas
para el oriundo de Bogotá. Es que con el hoy deté del Alavés, menos serían los minutos que tendría para jugar y
harían que a fin de año, explote la bomba.
La comisión directiva,
encabezada por Hugo Moyano, tomó la decisión de rescindir el contrato de
Valencia, antes de llegar al ocaso de la temporada. El justificativo de los
directivos, era que el futbolista hacía varios días no se presentaba a entrenar
y no demostró justificativo alguno. Pero no era la única razón.
En el medio de todo
esto, el rumor del posible arribo de Cristian Cebolla Rodríguez al Rey de
Copas, empezaba a tomar más fuerza. ¿Qué tiene que ver todo esto? En aquel
momento el cupo de extranjeros estaba cubierto y había que cortar alguna cabeza
para que el oriental pise suelo avellanedense. La apuntada era, por
decantación, la del bogotano.
“Sería
de mal gusto para todos los clubes que un despido, sea con causa o no, permita
a un club habilitar a otro porque mañana un equipo va a despedir a un jugador
para reforzarse", soltó Marcelo Ferreyra, su
representante, ante esta situación. Pero no fue todo. La realidad tomó más
calor cuando el delantero decidió publicar un video en donde filmaba al guardia
que custodia la entrada del predio de Villa Domínico, acusándolo de que no lo
dejaban ingresar al entrenamiento.
Entre idas, vueltas,
fuego cruzado y justificaciones por doquier, logró traspasar las barreras que
protegen al predio lindero al acceso Sudeste, recogió sus cosas y, ante la
atenta mirada del mundo del Diablo,
decidió irse a sus tierras natales, en donde buscaría mejor suerte en el Once
Caldas, gigante colombiano, que lo acobijó durante un año.
Hoy en día, milita en
el Independiente Santa Fe, en donde volverá a defender la casaca roja y el
nombre que lo supo albergar hace tres años, esperando esta vez, no le cierren
la entrada al “Nemesio Camacho” (?).
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