martes, 28 de marzo de 2017

Alexis Blanco



Cuando Independiente Inédito sale a recorrer los callejones oscuros, lúgubres e inexplorados de la historia de nuestro equipo, a veces lo hace acompañado de algunas melodías para endulzar su búsqueda de casos. Y no nos referimos al ♪ Mirá mirá como corre, Racing y la policia ♪ que dora la popular roja en los fines de semana. Nuestra referencia es, netamente, en base a la música. La que vos, yo o cualquiera en su celular utiliza para colar en sus oídos y afrontar la realidad, caminando de forma anónima en algún rincón de la existencia.

Bajo esta premisa, podemos deslizar un juego para redactar este post. Porque la música tiene en su eterno cuerpo un sector en donde nuestro blog, y sus características, pueden amoldarse de forma interesante. Aquí nos encargamos de, entre tantas otras cosas, buscar jugadores que pasaron sin pena ni gloria: Que fueron noticia y luego cayeron desvanecidos en el olvido. Bien dicen por ahí, el Señor los cría, el viento los amontona. En el rock pasa algo similar. Y hablamos puntualmente de los One Hit Wonders, aquellas canciones que sonaron hasta el hartazgo en las radios, sin que su creador, banda o solista, pudiera repetir tamaño éxito en otro hit. Queda el tema, y el artista encadenado de aquí a la eternidad a él ¿O me vas a decir que no te sabías el pasito de Aserejé

Pero no es la idea hoy hablar de esa canción de mierda pegadiza.  Nada de eso. Nuestra atención hoy lo convoca una opera prima, un tema de esos que es imposible escuchar sin sentir un verdadero nudo en la garganta y puntadas frías en la piel de los brazos. Hasta a alguno podría llegar a metérsele alguna basurita en el ojo. Es un track que quizá por estos lares es prácticamente desconocido, pero que en Norteamérica durante la década del 90' supo conmover de costa a costa. Luego, claro, se refugio en el culto de las radioemisoras locales. Nos referimos a 74'-75', suprema creación de la banda The Connells.

El universo que recrea la canción está esencialmente en su videoclip. Los muchachos toman a una promoción de una high school cualquiera de los Estados Unidos. Van exhibiendo en el film fotos de los integrantes de la camada en el año de su graduación. Retrados en blanco y negro, rostros jóvenes, miradas de esperanza. Luego de cada imagen, se muestra en fragmento de la filmación al sujeto a la actualidad de 1993, año en donde se realizó la filmación. Algunos han perdido sus cabelleras. Otros, muestran sus prominentes arrugas. Una mujer está embarazada, otra ríe plácidamente. Un par han perdido peso y otros tanto lo han ganado. Uno no sonríe, parece muy triste. Uno de los muchachos ha quedado inválido. Es una secuencia que impacta: Fotografía en el secundario y foto en aquella nueva realidad. El tiempo pasó monstruosamente, en todos los sentidos. Y a medida que transcurre el video, las melodías de guitarra, bajo, batería y piano aterrizan de manera suave en el plató. Golpea. E impacta. ¿Por qué? Porque es tan real que quema. Eso es música.

Y ahora nos adentramos ya en el fútbol. Porque hay mucho de 74'-75' en el modus operandi de quienes buscamos el más allá en la historia que nos relata día tras día el Club Atlético Independiente. Una gran materia en este asunto es bucear por fotos de formaciones de los equipos de inferiores que daten de un considerable puñados de años detrás. La cancha de pasto pelado, los rostros jóvenes expectantes de un próspero futuro en la máxima división y los uniformes relucientes, listos para envolver a la futura estrella. Tienen un valor agregado, porque son más difíciles de hallar y contienen sujetos no solo cuyo nombre hemos perdido en la memoria, sino de los cuales jamás hemos oído hablar. Aquellas fotografías de tres, cinco o diez años detrás si son un buen anzuelo para historias.

Miren la foto que trajimos hacia este post. Un puñado de Sub-20 calzados en la roja listos para despuntar el vicio del fútbol y hacerse un lugar en la Primera. Allí está El Ruso Rodríguez sin entradas (ni salidas), Sergio Vittor aún vistiendo nuestra casaca y, en una esquina, yace atento el delantero Alexis Blanco. Nacido en los pagos de La Pampa y arribado a las inferiores de El Diablo en 2005, él es nuestro protagonista de esta ocasión. Posiblemente al momento de tomarse ese documento gráfico él esté pensando en que en un par de Abriles estará combatiendo cuerpo a cuerpo con los integrantes del primer plantel, rompiendo redes para delirio de la hinchada. De momento, solía mojar seguido tanto en cuarta como reserva, enfilando una interesante dupla con Diego Churín. Es su sueño, y esta foto es testigo. "Mi sueño es llegar a Primera y hacer un gol" rezaba en una nota a un medio partidario. Pero bien dice mi abuela que es muy creyente, si querés hacer reir a Dios, andá y contale tus planes. 


Blanco apenas disputó un partido con la escuadra de Avellaneda, en la temporada 2008-2009. En un equipo con políticas caníbales para con sus juveniles, donde el no-resultado inmediato es sinónimo de despedida, nuestro homenajeado engrosó la lista de pibes que aparecen escasos minutos para luego no ser tenidos en cuenta o deambular de cesión en cesión, cual Juan Caracoche, Matías Di Gregorio o Leonel Buter. El caso de Blanco se transformó en un forastero de los préstamos, pasando por Deportivo Italiano, Atlético Rafaela, Platense, Acasusso y otros teams del under nacional, en donde alternó interesantes rachas de gol con pasos silenciosos y fugaces. Su juego engrosó nivel y efectividad, pero eso no alcanzó para llamar la atención de los popes de Independiente.

En fin, solo nos quedará navegar en internet y continuar buscando esta clase de relatos, nacientes en las viejas fotografías de las inferiores, donde todos prometen y solo algunos alcanzan la consagración, sistema cruel que los tiempos que corren alimentan y potencia. Se parece bastante a la vida real, cabe decir. Salud entonces, Alexis, hoy fiel atacante de Juventud Unida de Gualeguaychú, quien probablemente pasee sus ojos por la imagen de este escrito y comience a dibujar en su mente la melodía de 74'-75'. El tiempo pasa y los humanos avanzamos. Allá a lo lejos, en la soledad de nuestra habitación, invertiremos los largos minutos previos a quedar dormidos en pensar que sueños hemos alcanzado y cuales hemos dejado de lado en nuestra caminata. 


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