La última década en
Independiente representa un karma en varios sentidos. Los hinchas sabemos lo
que es sufrir en tiempos cercanos y la desazón ante determinadas situaciones pareció
volverse recurrente, debido al esquivo de ciertas situaciones que, ni con golpe
de suerte, pudieron sortear los protagonistas. Ganar en Mendoza, que falten
cinco para el peso en algunos torneos, el maleficio en la Copa Argentina, los
partidos decisivos parecen volverse obstáculos en donde
los falangistas ya no saben cómo idear una solución.
Piedra
en el zapato cabería perfectamente en la historia
que hoy nos compete. Y es que, durante los últimos mercados de pases, los
futbolistas provenientes de Vélez Sarsfield dejaron varios sinsabores en el
paladar rojo. Víctor Zapata, titular en un momento, olvidado en el ayer luego,
Emiliano Papa, de tarea intrascendente en el club, se suman al homenajeado de
hoy: Franco Razzoti.
Nacido en Buenos Aires
en 1985, durante sus primeras temporadas como profesional en el Fortín logró mostrar varias cualidades
que hacían pensar en un volante central con mucho potencial, dúctil con el
balón y con un traslado que hacía que cualquiera quisiera tener en sus
plantillas. Claro, el contexto era mucho más armonioso, que penar en las aguas
del ascenso como le tocó vivir con la casaca roja.
Durante su estadía en
el Amalfitani –con un breve paso por
el Sporting Cristal de Perú- cosechó cinco títulos y un sinfín de elogios de
parte de propios y extraños. Todos supondrían, en un principio, que su
contratación sería acertada a la hora de necesitar a alguien que maneje los
hilos del juego en la mitad de la cancha. Pero, como mencionamos anteriormente,
los últimos soldados Velezanos que
recalaron en tropas rojas, no pudieron mostrar el nivel que supieron tener
anteriormente.
Miguel Ángel Brindisi,
técnico en aquel entonces, ante la palpable sensación del descenso consumado,
dio el visto bueno para que el mediocampista se sume a sus dirigidos, con el
fin de concretar el ansiado regreso a primera. En una operación a préstamo por una
temporada, recogió sus pertenencias de la Villa Olímpica y se mudó a Alsina y
Bochini en el 2013.
“Soy
simpatizante de Independiente. Mi papá era fanático y me llevaba a la cancha.
Toda mi familia es hincha”, soltó en su primera conferencia
de prensa, con el fin de demostrar el cariño (?) que tiene por la institución,
o con el fin de una vendida de humo para cautivar el afecto de los
simpatizantes.
Debutó en la primera
fecha del “Nacional B” ante Brown de Adrogúe, en el “Libertadores de América”,
con una derrota que generó un baño de realidad en todos los concurrentes a
dicho encuentro. Con una actuación no tan destacada, compartió la mitad del
campo con Martín Zapata, otro de los recién llegados.
Con el correr de los
partidos, fue perdiendo la titularidad y la idea madre de juntar al criado en
Liniers con Reinaldo Alderete en el medio perdió peso. La llegada de Omar De
Felippe sepultó las esperanzas de volver a la oncena titular, ya que el
entrenador optó por la aparición de Franco Bellocq o Marcelo Vidal en el medio.
“Hago
autocrítica, no fueron buenas mis actuaciones”,
la reflexión del volante a mitad de temporada, cuando aún quedaba mucho por
recorrer. Si bien tiró flores para el nuevo deté, apoyando sus conocimientos en
la divisional, nunca encontró el resquicio para pelear el puesto en los once de
movida.
El conflicto estalló
poco tiempo después. La comisión directiva se acercó al predio de entrenamiento
para hacer entrega del pago a los futbolistas, pero alguien faltaba: Razzotti.
El volante, en malestar con el club, caminaba los pasillos de Futbolistas
Argentinos Agremiados pidiendo su salario, cosa que no cayó bien el seno del
cuerpo técnico, jugadores y directivos.
“Hablé
con ellos, quedó todo bien, muy claro y en buenos términos. Me manifestaron que
si quería me podía quedar entrenando en Domínico”,
sostuvo el ex C.A.I, poniendo un poco de paños fríos a la situación y
alegando que su no presencia, se debía a que el técnico le comentó que no iba a
ser tenido en cuenta.
Pese a la intención de
calmar las cosas la decisión era indeclinable. Aquellos encargados de manejar
los destinos políticos, económicos y deportivos de la entidad decidieron dar
por finalizado el contrato, conciliar una rescisión y el cobro hasta el último
día trabajado.
“No
rendí, aposté a Independiente y no se dio”, sus frases
finales antes de dejar Avellaneda para comenzar su periplo futbolero en tierras
ajenas. F.C Vaslui, de Rumania; Independiente Santa Fe de Colombia; Deportivo
Municipal de Perú; Defensores de Belgrano en tierra propia nuevamente y Clube
de Regatas Brasil, del ascenso carioca, son los últimos pasos que dio en su carrera,
con paso victorioso por lares cafeteros en donde logró proclamarse campeón.
El saldo en el rojo
deja 10 encuentros, repartidos en un total de 810 minutos, una tarjeta amarilla
y ningún gol, con el único acierto de confirmar que, aquellos que en algún
momento partieron de Liniers, no colmaron las expectativas en el sur del Gran
Buenos Aires.
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