martes, 7 de marzo de 2017

Iván Perez



La Guerra fría fue un ring de batalla que ocupaba una monumental porción de nuestro planeta tierra, en donde la Unión Soviética, inmersa en el socialismo, y los Estados Unidos como rostro principal del capitalismo representaban una amenaza constante el uno hacia el otro, y viceversa. Su gestación en un mundo en re-ordenamiento tras las conquistas y derrotas de la Segunda Guerra Mundial transformó al mapa global en un foro bipolar, en donde los dos titanes de ideologías opuestas se medían y tanteaban no solo por la vía diplomática, sino también en aporte logístico a tierras aliadas, influencia en Naciones Unidas, eventos deportivos, circunstancias culturales como el cine, etcétera. Amén de coyunturas particulares, la amenaza madre, que era la de un conflicto bélico nuclear inminente que comenzaría una vez que el líder soviético o el presidente norteamericano apretaran el botón rojo, jamás sucedió. Un pilón de décadas transitaron bajo la mirada de la Guerra Fría sin que lloviese fuego enemigo ni en Moscú ni en Washington. Se trató de una espeluznante promesa jamás concretada, apagada por el inminente pase del tiempo y el desgaste de uno de los involucrados, en este caso, el costado soviético.

1990 es un punto de inflexión interesarse para observar la caída de un imperio ante la mirada plácida del otro. La idea de soldados rusos coreando el himno mientras un misil se dirigía al D.C con el fin de extinguir al gobierno yankee era una mera utopía. El hambre, la crisis económica y la desestabilización política era pan de cada día en la URSS, y el resultado era la ruptura sociopolítica absoluta: Seis repúblicas proclamaban su independencia, acelerando el desprendimiento de la estructura comunista: Georgia, Armenia, Letonia, Estonia, Moldavia y Lituania.

No se trataba de meras corrientes independentistas aisladas con algo de poder frente al moribundo oso polar soviético. Y eso lo demostró el surgimiento, escaso tiempo después, de la Comunidad de Estados Independientes, integrada por repúblicas políticamente divorciadas de la Unión Soviética, en pos de promover una transición política , económica y social organizada. Quien encabezó por vez primera dicho organismo fue Ivan Korotchenya, bielorruso al mando de la entidad por casi una década. 

Lejos de la crisis, la descomposición nacional y el helado frío del fin de una era se encontraba George Jorge Bush, presidente de EE UU entre 1988 y 1992, enemigo de Homero Simpson (?) y padre del otro Bush que leía libros al revés. Republicano conservador y fiel ladero de Ronald Reagan, veía como bajo su ala ingresaba a su nación en un mundo unipolar, con Latinoamérica inmersa en el neoliberalismo, Cuba ya sin su mayor aliado en pie y una considerable parte de Europa en sintonía con las políticas salientes de la tierra del Tío Sam.

Iván, Jorge, promesas de explosión que jamás se concretan, salida con más desazón que victorias... Jorge Iván Pérez, simplemente Iván Pérez para la multitud, pareciese encontrar en sustantivos propios de la conclusión de la Guerra Fría un fugaz paralelo con sus tiempos finales en el Club Atlético Independiente. Si a esto le sumamos que nació a mediados de 1990, con la caída del Imperio Rojo meciendo su cuna (?), el juego de realidades ajenas es algo propicio.

Con 17 años a muchos de nosotros se nos presentan decisiones cruciales para nuestra existencia a futuro. Por ejemplo, si querés viajar con Travel Rock o MaxDream qué carrera vas a estudiar. El buen Iván, volante defensivo, ya lo tenía decidido, porque en aquel entonces trotaba pacientemente en Villa Domínico ante la atenta mirada del entrenador Pedro Troglio. Corrían los primeros meses de 2008 y un inicio irregular en el Torneo Clausura comenzaban a hacer tambalear a Peter. Nuestro homenajeado no era aún mayor de edad cuando el DT lo mandó a la cancha en un cotejo frente a Rosario Central, en donde su ingreso por Diego Churín implicó que compartiese campo con Gastón Machín, Mariano Herrón y Matías Oyola. La derrota por 0-2 era el principio del fin para el entrenador, pero también el génesis de la trayectoria profesional de Pérez.

Alternó apariciones intermitentes durante tiempo considerable hasta el arribo en 2010 de Antonio Mohamed. A pesar de que tuvo escasa participación en la Copa Sudamericana obtenida en aquel año, Pérez representó un importante bastión en el mediocampo para el Rojo versión 2011, aquel que tenía en frente un importante número de competiciones internacionales, sendero posibilitado por el título anteriormente mencionado. De menor a mayor, el protagonista de este post empezó a ganar minutos en campo de juego alcanzando la titularidad indiscutida, posicionándose en el sector izquierdo-defensivo de la zona medular, usualmente hermanado en las tácticas con Roberto Battión y Cristian Pellerano. 

Su mejor versión la dio, justamente, en la primera parte del '11, participando tanto en torneo local como en Copa Libertadores, requerimiento principalmente alimentado por un considerable número de lesiones que sufrió el plantel. En competencia doméstica, frente a Godoy Cruz Antonio Tomba, la rompió en un 3-0 a favor en donde incluso marcando un gol en el arco rival. Aceitado en la máxima división bajo la tutela de El Turco, parecia que el joven jugador TENIA mucho que dar a la escuadra de Avellaneda.

Sin embargo, y como suele ocurrir en Alsina y Bochini en los últimos tiempos, la paz dura poco y la urgencia de resultados voltea entrenadores como una peligrosa pandemia. El ciclo Mohamed se apagó al ritmo de derrotas en la Recopa Sudamericana, Suruga Bank y Libertadores, condimentado con flojo rendimiento en suelo local. Vió algo de acción con Ramón Díaz sin que esto fuese suficiente para un despegue definitivo y, en su afán de buscar nuevos horizontes, el invierno del 2012 lo empleó para acordar su cesión a un Banfield que acababa de perder la categoría. Un año más tarde San Martín de San Juan lo incorporaba a sus filas, con el mismo objetivo que en su antiguo club: Regresar a Primera. 

Recaló -nuevamente- a Independiente en 2014, ya no como juvenil sino como un jugador con experiencia considerable buscando su lugar en el mundo del fútbol. Eran tiempos donde el ascenso aún se celebraba cual desahogo agónico, a la par de que un semi-desconocido Jorge Almirón asumía el mando del equipo, estableciendo una serie de oportunidades en la plantilla para refuerzos que alternaban entre lo promisorio y lo falopa, juveniles postergados y forasteros de antiguo paso, como lo era Pérez. Su estadía con JA, a pesar de todo, seria fugaz: Acumularía algunos minutos (derrota 0-1 ante Estudiantes, por el Torneo de Transición) y luego sería borrado definitivamente por el técnico. Vio el 2015 irse con oportunidades escasas y esquivas, tomando el pase en su poder y sumándose a los entrenamientos del Sport Clube Freamunde, de Portugal. 

Los días de Iván en nuestro equipo se evaporaron con 24 partidos jugados y tres tantos convertidos. Nos quedamos con sus ganas de ser un conquistador nato y hábil como El Terrible, pero su partida fue silenciosa y desteñida, como la de Drago...

No hay comentarios:

Publicar un comentario