Con un nombre que parece haberle arrebatado unas pocas
letras al adjetivo logístico y un
nacimiento dado en las cercanías de la espesa y calurosa selva de Santa Cruz de
las Sierras, Bolivia, lugar donde encontró su trágica muerte el mismísimo Ernesto Che Guevara, Lorgio Álvarez parecía
destinado desde su génesis a ser un aguerrido defensor del fútbol de sus pagos.
Si agregamos que su apellido maternal es Roca, y su biografía se vio
condimentada por un rostro de mirada seria, digna de conmover al mismísimo Jefe de Atrapado Sin Salida, nuestro homenajeado tenía su destino escrito
en la protección y cuidado del sector defensivo de algún equipo que quisiera
hacerse con sus servicios.
Fue en 1995 cuando despegó desde las fuerzas básicas del
Blooming para, a sus tempranos 17 años, tornarse de menor a mayor en un habitué
del primer equipo, ocupando el puesto de lateral derecho. El fin del milenio
fue testigo de su presencia en un team que fue bicampeon del campeonato
boliviano, lo que le valió al buen Lorgio la adquisición de su pase por parte
del Oriente Petrolero. Abandonaría la tierra Kjarka en 2005, emigrando a
Paraguay para participar en la escuadra de Cerro Porteño, no sin antes
afianzarse en su seleccionado, acumulando prestigio en un equipo nacional que,
sin embargo, se ubicó lejos de cualquier situación de protagonismo en nuestro
continente.
Pero la carrera de El
Candado, apodo que se había ganado en su tierra, no hacía más que despegar
hacia lo cada vez más promisorio: Sus buenas actuaciones en la liga paraguaya
le valieron el interés de Julio César Falcioni para incorporarlo a las filas
del Club Atlético Independiente en el invierno del 2005. Con poca prensa,
perfil bajo y siendo levemente conocido para la parcialidad de El Diablo, Álvarez hilvano con paciencia
el ganarse la confianza del entrenador, logrando colarse en una defensa cuyo
modelo 2006 lo deslizaba como lateral por la derecha, comandando dicho sector
junto con Fernando Cáceres, Martín Pautasso y David Abraham, formando parte de
la competencia a por un sitio en dicho cuarteto Marcelo Méndez, Eduardo
Domínguez y José Rojas.
En un Independiente que depositaba sus esperanzas en un
desequilibrante y mágico Sergio Agüero, Álvarez dejó su sello en el arco rival marcando
el primer tanto en una goleada 5 a 0 frente a Instituto en Córdoba. Cumpliría, luego, aceptables actuaciones hasta
el arribo de Jorge Burruchaga al banco de suplentes. Amén de que dicho DT fue
el que dio el okey a la compra de su pase completo a su ex equipo, el Cerro
Porteño, las chances comenzaron a ser cada vez más esquivas para el boliviano. "Siempre pensé que había hecho las cosas
bien, pero me enteré en mi país que iban a hacer uso de la opción y es un
orgullo" deslizaba alegre LA, apenas enterado de que Burru lo quería en el equipo. Su estadía,
sin embargo, ya tenía los días contados.
A fines del 2006, se le comunicó que no sería tenido en
cuenta por el técnico, emprendiendo así una espiral en su carrera que lo
depositaría, nuevamente, en su país natal. Duro, reacio y de juego correcto,
son 39 partidos y un tanto lo que nos deja este grato defensa de mirada seria,
a quien abrazamos a la distancia mientras nos clavamos un delicioso pastel de
queso frito, monumental platillo de su tierra.
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