Difícil la vida del huésped. Una cosa es ser un invitado, rol altamente placentero al ver que los dueños del hogar en donde nos encontramos ponen a disposición las comodidades de su residencia para abastecer nuestro gusto. Ramificaciones de esto hay muchas. Una cena con parientes, quedarse a dormir en la casa de un amigo, visitar a tus abuelos... Pero el huésped es un modo distinto. El hogar es un ente distorsionado. Estamos en nuestra casa. Y, al mismo tiempo, no estamos en ella. No reconocemos las fotografías, y se nos hace algo incómodo usar el baño con total libertad. No nos paseamos en ropa interior ni atacamos la heladera de madrugada con total impunidad. Nuestro entrañable salvajismo casero se encuentra neutralizado.
El pegajoso verano del 2009 dibujaba a un Independiente vagabundo en las calles del fútbol argentino. Su casa, el futuro Libertadores de América, se encontraba en el proceso de terminación, con Julio Comparada pateando la fecha de culminación de obras de manera reiterativa, tapando con su propio verso la palabra tan temida: Parate. En efecto, eran tiempos donde se rumoreaba de manera fuerte que las innovaciones en la Doble Visera estaban detenidas y que la reactivación del proyecto no tenía fecha firme. Alarmas encendidas.
En simultáneo, claro, se debía buscar un cuarto (más bien un estadio) de huéspedes para depositar la suerte roja en el Clausura que se aproximaba. La logística nos tenía acostumbrados a parar en El Cilindro, hogar de nuestro rival Racing Club. Dicha situación repopularizó un cántico en la afición sobre el miedo de los espectadores a que las gradas del estadio se derrumben (?). 2008 había visto a Independiente jugando de local en el Juan Domingo Perón, pero un año más tarde la situación daría un giro inesperado:
La renta que los dirigentes racinguistas propusieron era demasiado elevada para los números de El Diablo. De cruzar de vereda, se pasó a una mudanza algo más radical: La nueva locación residía en Parque Patricios, más específicamente en la cancha del Club Atlético Huracán. Avellaneda pasaba a ser, de momento, solo la ubicación de nuestra vieja casa tomada por ingenieros, albañiles y escombros, muchísimos escombros, en pos de promesas de verla como nueva en cuestión de meses. Abandonábamos no solo nuestro estadio, sino también nuestra ciudad, quedando a aproximadamente media hora en auto de la vieja Doble Visera.
El 8 de Febrero de 2009, Independiente salió a la cancha para enfrentar a Vélez Sarsfield en su nuevo hogar temporal. El sol brillaba fuertemente en el Tomás Adolfo Ducó y la temperatura se elevaba a medida que la espera era historia. Con Miguel Ángel Santoro en el banco, el equipo paró a Fabián Assmann; Ricardo Moreira, el recién llegado Eduardo Tuzzio, Guillermo Rodríguez, Lucas Mareque; Damián Ledesma, Sergio Vittor, Hernán Fredes, Federico Higuaín; Daniel Montenegro y Darío Gandín. Solo El Rolfi tenía en su expediente una estadía en El Globo. En el estreno, fue empate en cero ante los comandados por Ricardo Gareca, con más fortuna que táctica: Hernán López, atacante de la "visita", erró un tiro desde el punto de penal.
Las jornadas en la cancha de Huracán fueron testigos de pocos hechos fortuitos. Más bien, eran situaciones que graficaban el irregular desempeño independentista en aquel entonces: Allí vivimos la victoria por 2 a 0 ante Racing Club en la tercera fecha, así también como un triunfo con el mismo resultado ante Boca Juniors. Contracara de eso fue un pésimo rendimiento en los partidos fuera de nuestro improvisado hogar. Corrían seis fines de semana desde el inicio del campeonato y una dura caída por 4 a 1 ante Gimnasia en Jujuy vaticinó el fin del ciclo de Santoro. El siguiente partido, de local y ante Newell's, sería su despedida. Aquel encuentro salió, curiosamente, de nuevo 4 a 1, pero esta vez a favor de Independiente. Pepé se retiró ovacionado y con lágrimas en sus ojos, testigo del respeto que hilvanó en los hinchas aún en territorio prestado.
A posteriori, arribaría al equipo Américo Rubén Gallego como nuevo DT, y con él una intensa limpieza del plantel. Pero las listas negras no bastaron para enderezar a un equipo que no logró encontrar su norte durante la mitad y la conclusión del torneo. La localía en el Ducó fue testigo de victorias como un (nuevo) 4 a 1 ante Tigre, pero también quedó boquiabierto al ver a El Rojo caer 5 a 1 ante Estudiantes de La Plata, categórica derrota para un team que nunca logró despegar ni salir de los últimos rincones de la tabla de posiciones.
Finalmente, hay dos datos de color en el caso que engloba al post: El primero es que en la Fecha 9 Independiente debía recibir a... Huracán. La extrañez de está situación hizo que nuestro equipo terminara jugando de local en la cancha del equipo visitante. Parece un episodio algo chabacano de La Dimensión Desconocida, pero pasó de verdad, y fue en la victoria por 2 a 1 ante Los Ángeles de Cappa, en uno de los pocas noches felices que tuvo aquel Clausura. Por otro lado, El Rojo debutó en la cancha de El Globo frente al mencionado Vélez. Ambos equipos terminarían, dieciocho fechas después, peleando cara a cara la obtención del título. El haber recibido a El Diablo en su casa no fue buen augurio para Los Quemeros: El título fue para Liniers.
Independiente finalizó 16to en aquella competición. Su campaña en Parque Patricios dejó la marca de diez partidos, con seis victorias, un empate y tres derrotas. Marcó 18 goles y le hicieron 11. Fue el sexto mejor equipo en cuanto a desempeño como local. No es algo para aplaudir, pero tampoco se trata de una performance ingrata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario