domingo, 30 de abril de 2017

Osmar Ferreyra



Rostro que nos arroja sensaciones agridulces, al ser el homenajeado de hoy participe de la fiebre post obtención de la Copa Sudamericana 2010, pero también de la escuadra que cayó en el pantano del descenso durante el fatídico 2013. Con más sombras que luces, el Caso Osmar Ferreyra puede quedar en nuestra memoria como un recuerdo pendiente a etiquetar. Aunque eso, claro, corre por cuenta de cada uno.

Volante por izquierda criado futbolísticamente en River Plate, obtuvo rodaje en el Viejo Continente con pasos fugaces por la liga rusa y holandesa. Regresó al país para jugar a gran nivel en San Lorenzo para luego emigrar al FC Dnipro Dnipropetrovsk de Ucrania, rincón del mundo donde se encontraba cuando en el invierno del 2011 recibió la oferta desde el Club Atlético Independiente, aceptando la misma, y regresando al país para ponerse a las órdenes del entrenador Antonio Mohamed. Su presentación se realizó en conjunto con Gino Clara, otra de las caras nuevas en aquellos tiempos. ¿Eran los únicos venideros? Para nada, ellos se acoplaban a Marco Pérez y Adrián Argachá. El cuarteto hoy se reencuentra en las páginas de este humilde blog, cual maleficio que perdura aún media década después.

Retomando lo mencionado en el génesis de este escrito, Ferreyra inició su travesía en un equipo que supo quedar a las puertas de todas las competiciones que heredó de la conquista de la Sudamericana en el año anterior. No en balde la primera vez que lo vimos oficialmente en acción fue en la final de la Copa Suruga Bank, en aquella madrugada del 3 de Agosto, en donde El Rojo cayó por penales ante el Jubilo Iwata. Es reconocido que El Malevo posee una dotada pegada para las pelotas paradas, pero dicha cualidad no pudo ser observada en la tanda de penas máximas: Fue sustituido en el entretiempo para dar rienda al ingreso de Cristian Báez. Así es, el defensa que erraría su disparo desde los doce pasos. Contradicción que todavía nos deja atragantado la desazón tempranera y lagañosa de una final perdida.


Durante su estadía en el Libertadores de América, vió pasar al mencionado Mohamed, Ramón Díaz, Cristian Díaz, Américo Gallego y Miguel Ángel Brindisi. Alternó actuaciones interesantes con performances discretas, sin lograr una seguidilla de titularidad que le permitiera tornarse un referente de un equipo. No corre solo por su responsabilidad: Arribó a un conjunto que buscaba pisar fuerte en el plano continental y atravesó un trayecto que desencadenó en el K.O. de la caída en la segunda división. En dos años, dejó 64 partidos y 6 goles convertidos, probablemente el más recordado de ellos se tratase del tanto desde la mitad de la cancha que marcó ante Atlético Rafaela en el Apertura 2011, en un contrataque letal que él culminó con un zurdazo alto y fuerte, penetrador de la valla rival con categoría. No se queda atrás, tampoco, un precioso tiro libre que colocó a un lado del arco de Agustín Orión en el recordado 5 a 4 frente a Boca Juniors en el año 2012.

Su salida, signada por un ostracismo temporal al no entrar en los planes del entrenador, fue con distancia y desencuentro. Él mismo deslizaría: "Me fui mal, siempre dejé todo en el peor momento de mi vida. Hablé con quien tenía que hablar y le dije que se había equivocado. No fue bueno que nos expongan de la manera que lo hicieron, a través de una lista. Me enojé con Cantero y Brindisi, pero les dije las cosas en la cara, la lista estaba avalada por el técnico". La referencia que el futbolista construía en sus palabras tenía un trasfondo sumamente doloroso para él, ya que sería durante su paso en nuestro cuadro donde viviría una dura situación personal frente a una enfermedad que padeció su hija. Más adelante sentenciaría: "No tuve otra opción que rescindir mi contrato en Indepenidente. No me lo merecía". Estas frases las deslizaba una vez confirmada su arribo a River, team donde se disponía a vivir una segunda etapa respecto a su trayectoria.

Para el año 2015, las heridas seguían sin sanar y saldría a la luz la noticia de un embargo por parte de Ferreyra para su ex equipo, alegando una deuda que trepaba hasta los casi 2 millones de dólares. Como suele suceder en estos casos, la resolución se dió puertas adentro y rápidamente cualquier vínculo entre el mediocampista y la institución de Avellaneda quedó disuelto en la nada misma.




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