jueves, 13 de abril de 2017

Ciencia Ficción: El partido contra Alianza Coronel Moldes



Hay una especie de cáscara algo marginal que envuelve al episodio que amaña este post. Es un recuerdo que racionalmente hablando transcurrió hace poco tiempo, pero de alguna manera parece depositado en una eternidad muy lejana. Si nuestro querido Rojo fuera una serie televisiva, este capítulo se trataría de uno de esos experimentales, en donde los guionistas habituales ceden su puesto a algún delirante que baldea su garganta con bebidas blancas y luego se sienta a volcar de forma retorcida los vaivenes de su imaginación. Porque todos estamos de acuerdo en que lo que sucedió el domingo 26 de Abril del 2015 fue algo fuera de lo común. Una experiencia sin antecedentes en los tiempos contemporáneos del Rey de Copas, que nos conmovió y nos dejó al borde de replantearnos muchísimas cosas. Dentro y fuera del fútbol.

Sería lo correcto iniciar este escrito relatando que pasó Al menos una pista de ello. Pero siento que los renglones reflejados en el monitor, amén de cuanta poesía volquemos en ellos, no sería suficiente. Porque aunque nos llamemos Independiente Inédito, no podemos negar que una enorme porción de esta historia le corresponde de aquí al infinito a Alianza Coronel Moldes de Córdoba. Este equipo, perteneciente a la ciudad de mismo nombre y de no más de 11.000 habitantes, hoy se encuentra coqueteando con la desaparición definitiva al desvincularse de su estructura las formaciones deportivas que, en su génesis, le dieron vida como fusión en el año 2007. A saber: Toro, Everton y Belgrano, de las profundidades del balompié del interior. En tiempos mejores, donde la composición de una única unidad llamada Alianza no estaba en juego, la escuadra vivió sus horas más felices en lo que fue el desarrollo de la Copa Argentina 2014/2015. Participante en aquel entonces del Torneo Federal B y situado como un equipo casi amateur, compuesto por futbolistas de fin de semana que en la rutina oficiaban en diferentes labores que el pueblo les ofrecía, al principio de la competición no fue más que un nombre en una planilla, punto insignificante en la monumental marea de equipos de todas las provincias que se involucran en la competición. El anonimato era un lugar que incluso le quedaba chico a este conjunto perteneciente al departamento de Río Cuarto.

Sin embargo, comenzó a tallar su nombre de forma permanente cuando sentó su presencia con el transcurso de las llaves. Depositó en la derrota a Unión Villa Krause, Deportivo Maipú y Estudiantes de Río Cuarto. Su carrera lo aproximó a los treintaidosavos de final, instancia en donde los equipos de la máxima categoría hacen su ingreso. Capricho del sorteo, Independiente aterrizó en su platillo. El ignoto team se enfrentaba a un gigante adormecido, aún en aquel entonces en camino de volver a ser.

Por nuestra parte, El Diablo atravesaba un trayecto irregular tras el ascenso conseguido seis meses antes. Si Jorge Almirón había despertado cierto interés o respeto en las almas rojas en el Torneo Inicial del 2014 (cuarto puesto, con 33 puntos) estos comenzaban a disiparse en el 2015: El correr de los meses marcaba una caída en el nivel de juego de Independiente. La Copa Argentina era, en efecto, un potencial salvavidas para la gestión. Dato adicional era que comenzaban a gestarse en el vox populi una crítica cada vez más fuerte para con el arquero titular, Diego El Rusito Rodríguez. Germán Montoya, guardameta suplente arribado al equipo meses atrás, era visto como una alternativa razonable ante el rubio futbolista.


La cita llegó una noche de domingo en el estadio Mario Alberto Kempes. La previa del cotejo había estado recubierta por la clásica curiosidad periodística frente a lo desconocido, en este caso el humilde Alianza Moldes. A saber: Caravana de habitantes de Coronel Moldes que se movilizaban semivaciando el pueblo para ver a sus representantes enfrentarse a un equipo de la máxima categoría. "Si ganamos, se cierra el pueblo. Hacemos una fiesta. Con todos." vislumbraban los testigos. Lo cierto era que el promedio de espectadores en un match típico de Alianza era de 300 almas. Como si fuera poco, se agregaba el dato de que este equipo de menos de una década de vida tenía como referente a un fanático de Independiente, el atacante Lucio Constantini, "Me queda lejos para ir a la cancha, pero estoy siempre pendiente. Para mí es un sueño, cuando me enteré no lo podía creer" esbozaba el delantero.

Sin embargo, el rasgo más llamativo de este outsider futbolístico yacía en su arquero, el grandote Sebastián Airaudo. Entremezclándose entre la mística, el rumor y la realidad, llegó a los medios el dato de que él era el panadero del pueblo. Aquella característica digna de un relato del eterno Osvaldo Soriano era totalmente verídica: "Yo trabajo en una panadería, otros compañeros en un frigorífico o son albañiles, nosotros nos ganamos unas chirolas y después nos vamos a jugar al fútbol". A eso llamamos vida real.

Era hora de que la redonda comenzara a girar. Almirón paro en la cancha a  Germán Montoya; Néstor Breitenbruch, Mauricio Victorino, Víctor Aguilera y Emiliano Papa; Gabriel Graciani, Franco Bellocq y Lucas Villalba; Claudio Aquino; José Valencia y Martín Benítez. Nombres, mínimamente, había. La monumental diferencia de nivel, preparación e historia hacía creer que este encuentro debía etiquetarse como un trámite. Pero bueno, ahí es donde nos equivocamos.

Independiente salió a la cancha completamente falto de ideas y prácticamente adormecido. Bastaron solo seis minutos para que un pase lento pero preciso en diagonal al área del mencionado Constantini sea interceptado por el delantero rival Juan Reynoso. La defensa hizo agua en la marca y Montoya se arrojó sin mucha resistencia ante el remate. Gol. Independiente- 0 Alianza Coronel Moldes- 1. "Creer o reventar" deslizó un relator rojo, desorientado por completo por tamaña pesadilla hecha realidad. El eco del batacazo se sintió fuerte en las redes sociales. Lo insólito del suceso destapó el ingenio y la acidez independentista, mecanismo de defensa para intentar apaciguar tamaña situación. Quizá la frase más emblemática fue la catapultada por el periodista partidario Elías Cardozo Bernal, quien mostrando una fotocaptura del marcador de la televisión, acotó: "Decimos que es el AC Milán y listo", en referencia a "ACM", la sigla de Alianza Coronel Moldes que la transmisión exhibía en pantalla.

El tanto no se trató de un mero golpe del azar, sino que fue el vaticinio de una dura resistencia que el conjunto cordobés planteó una vez hecha la ventaja. Con más alma que técnica, Alianza soportó casi hasta la culminación del partido. Faltaban solo cuatro minutos para que el tiempo reglamentario se cumpliera cuando un rebote tras un despeje en la línea fue potenciado por el botín agónico de Christian Ortiz, quien había ingresado desde el banco de los suplentes. El grito de gol fue más para acallar la vergüenza que para explayar el desahogo. Tuvimos que sudar y resistir las puntadas en el pecho ante el heroísmo de nuestro ignoto contrincante. La igualdad nos aproximaba a los penales. Los jugadores de El Diablo iban con la historia a sus hombros. Los de Coronel Moldes, con el saber de que para su gente, y para un país entero, ¿por qué no? ellos ya eran pequeñas leyendas.




La TV captaba momentos épicos por doquier. La cara descolocada de Almirón, la incredulidad de los fanáticos de Independiente en las gradas, los rezos de los rivales, la noche más inédita en mucho tiempo hacedora de una verdadera readaptación de David & Goliat. Pero lo jugoso estuvo en las palabras de Néstor Billalva, el entrenador de Alianza. Encabezó la arenga previo a las penas máximas con un mensaje bastante real: "Sean consciente de todo lo que hemos vivido. Jugaron un partidazo. Para ellos la pelota va a pesar cien kilos ahora, ¡cien kilos! Piensen en todo momento. Vamos a patear un penal, que tantas veces hemos practicado. Pero con responsabilidad, ¡se definen un montón de cosas acá para nosotros! Airaudo, Rivadero y Mugnaini patean, ¿quién más quiere patear? Patea Cordero, ¡¿quién más quiere patear?!".  Poco importaba mantener la formalidad en aquella velada. La historia ya estaba escrita. En el otro rincón, Independiente, con perfil bajo, craneó a sus pateadores cual trámite indeseado y confió en las manos de Montoya.

La diferencia que no se vió en el campo de juego se exhibió, curiosamente, en la tanda de penales. En el primero de ellos, Juan Martín Lucero, quien ingresó en el complemento, prácticamente espero a que un entusiasta Airaudo se tirada a uno de sus palos para colocar la bocha despacito en las cercanías del poste descuidado. Montoya atajó un tiro y otro se fue por arriba del travesaño. Victorino, el mencionado Ortiz y Benítez sellaron, finalmente, la victoria de Independiente por 4 a 1. Pero los festejos duraron muy poco. La nobleza obligaba a emplear dicho plazo en felicitar a un rival que jugó de igual a igual, y que estuvo a cuatro minutos de lograr algo insospechado para todos los transeúntes visuales de aquella noche cordobesa. La mancha del papelón salpicó a nuestro equipo, pero luego se disipó por completo: Se había avanzado de ronda y Alianza Coronel Moldes era historia.

Es un poco extraño el desenlace de esta historia. Como aquellos boxeadores que tras un aguerrido combate se convierten en entrañables camaradas, ver aquel partido dos años más tarde hacen respirar un considerable respeto por quienes representaron a Alianza en aquella jornada. Con muy poco, estuvieron a punto de romper en mil pedazos todos los pronósticos y vaticinios. A escasos días del cotejo, el relator cordobés Julián Marengo, quien transmitió de forma partidaria el encuentro para quienes se habían quedado en Coronel Moldes y autor de un monólogo emocionante en la transmisión pre-partido, fue reporteado desde una emisora local de Avellaneda para que expresara sus sensaciones: "Para ellos, era el partido de su vida. Para mi, la transmisión de mi vida. Todo detalle se magnificaba aún más. Yo siempre decía que era relator de PlayStation. Mis amigos se volvían locos. Mi primer partido fue un Argentina-Ghana, con Maradona de DT. Después seguí las campañas de Belgrano y Talleres. Pero nunca viví algo igual. Me quedé sin aire". Testimonio prácticamente desconocido de una de las voces del casi batacazo.



Sepultado en el recuerdo de las noches que creemos haber visto tan solo en un mal sueño, Alianza Coronel Moldes atravesaría una crisis institucional y futbolística en el 2016, rechazado su plaza en el Torneo Federal y asentándose entonces en la Liga de Río Cuarto. Hoy intenta reanudar su planta tras tensiones entre los componentes de su fusión. De vez en cuando, algunos viejos en el bar del pueblo reviven la noche que su equipo se midió ante Independiente, inmenso trofeo moral que trascenderá cual leyenda de generación en generación. Es un tatuaje en la historia de aquel lugar. Y mientras rememoran, reviven la imagen del arquero Airaudo saliendo apurado del Kempes, con el buzo de Montoya en la mano. "Tengo que ir a repartir el pan, a las cinco de la mañana sale la primer entrega" se excusaba en el vestuario.



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